“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 6,1-6.16-18)
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Hoy, día 19 de junio, completo tres años de sacerdocio, y tres años, con toda humildad, queriendo buscar el bien. No queriendo deleitar a los hombres. No deseando los privilegios que mi sacerdocio puede darme. Son tres años buscando ser una persona justa y correcta.
Es necesario preguntarse, ante la verdad de Cristo y su Evangelio, cuáles son las motivaciones que me hacen seguir haciendo el bien. En estos tres años de ordenación sacerdotal, quiero responder a esta pregunta. Hacer el bien trae una satisfacción tan grande porque, viviendo así, estoy dejando que Cristo viva en mí.
Solo es capaz de realizar el bien quien deja a Cristo vivir dentro de sí. Una vez que no podemos dar de nosotros mismos a las personas, tenemos que dar a Jesús que está en nosotros a las personas. Y eso es algo que trae satisfacción a mi corazón de padre. Seguir viviendo en la verdad, viviendo aquello que el Evangelio nos pide: amar a todo momento.
La Palabra nos está diciendo: “Tengan cuidado de no hacer las cosas para que los hombres las vean”. Como padre, yo no hago las cosas para que las personas las vean. Deseo hacer como dijo Juan el Bautista: “Que Él crezca y yo disminuya”. Mi sacerdocio está basado en eso. Y eso no es orgullo de mi parte, no. Estoy dando un testimonio de quien desea hacer la voluntad de Dios, de quien quiere ser totalmente de Él. Yo, Padre Ricardo, quiero ser totalmente de Dios.
No quiero que nada robe mi corazón ni los aplausos de las personas. Yo no quiero. No hago sermones, no hago homilías para que las personas puedan verme, para que me aplaudan o me enaltezcan. No es eso, mi hermano, mi hermana.
Deseo vivir aquello que es justo delante de Dios porque es Él quien me dará la recompensa. Aquellos que quieren ser aplaudidos por las personas en este mundo ya recibirán su recompensa aquí, pero perderán la vida eterna. Perderán la posibilidad de estar unidos a Dios. El Señor nos está hablando a través de su hijo Jesús: “De lo contrario, no recibirán la recompensa de su Padre que está en el cielo”.
El verdadero motivo para hacer el bien
Quiero, ahora, volver a la pregunta: ante la verdad de Cristo y su Evangelio, ¿cuáles son las motivaciones que me hacen permanecer en el bien? Porque si no tienes ninguna motivación te perderás. Yo, Padre Ricardo, me perderé. No permitas que las seducciones de este mundo roben de tu corazón el gran deseo de hacer la voluntad de Dios, porque ella nos lleva al cielo. Mi voluntad me lleva a la perdición eterna.
Ojalá no busques hacer tu voluntad ni quieras aparecer delante de los hombres, de las personas. Hazlo, en el escondite de tu corazón, para que solo Dios te mire y no los hombres. Muchas personas se pierden por eso. Van hasta cierto punto, reciben muchas cosas, pero llega un momento en que la decadencia es grande. El golpe va ser grande.
Por eso, mi hermano y mi hermana, preocúpate que Dios te mire. Termino con una frase de Santa Teresita del Niño Jesús: “Yo soy aquello que Dios piensa de mí. No lo que los hombres piensan de mí”. Lo que las personas piensan de mí no me interesa. Discúlpame la sinceridad contigo, pero debo preocuparme por lo que Dios piensa de mí, porque es Él quien me dará la vida eterna.
Que Dios nos ayude y que seamos perseverantes en hacer el bien y buscar la voluntad de Dios.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!