“Jesús entonces miro a tu alrededor, lleno de colera y tristeza, porque eran duros de corazón y dijo al hombre de la mano seca. “Extiende la mano”. Él la extendió y la mano quedo sanada”. (Mc 2, 23-3,6).
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Amados hermanos y hermanas, observa lo que Jesús dijo a los fariseos dentro del contexto donde los discípulos de Jesús arrancan choclo porque estaban con hambre. Los fariseos criticaran a Él duramente porque Sus discípulos hacian eso en el día de sábado, pues, para los judios, es el tiempo de descansar y, en ese día, no se hace nada.
Jesús, además, mira profundamente para aquellos hombres y ve la dureza del corazón. ¿Y lo que la dureza del corazón significa delante de este contexto, mi hermano, mi hermana? La dureza del corazón nos impide de hacer el bien. Me impide de hacer la voluntad de Dios y, consecuentemente, no evitamos el mal.
Cristo estaba delante de un hombre que, hace mucho tiempo, tenía una enfermedad, una deformación en sus manos; y, en la dureza del corazón de aquellos hombres, no querían que Jesús sanase aquella persona.
¡Y como eso esta infiltrado en la sociedad en los días actuales! Hoy, incluso dentro de la Iglesia, entre los cristianos, existe una dureza que ni mismo la gracia de Dios consigue quitar si no hay libertad del hombre en dejar Dios realizar Su voluntad.
Las señales de la dureza de corazón
Por eso, muchas veces, buscamos lo que es mal, hacemos aquello que es mal y dejamos de hacer el bien. Nosotros cristianos tenemos que imitar nuestro Señor, que paso por esta tierra haciendo el bien. Y eso solo iremos conseguir se dejarnos la gracia de Dios, el amor de Dios, el Espíritu Santo suaviza todo aquello que esta endurecido en nosotros.
La dureza del corazón engendra en nosotros corrupción. La dureza del corazón engendra en nosotros hipocresía. La dureza del corazón engendra en nosotros rigurosidad. En la dureza del corazón falta la caridad y, consecuentemente, nos esclaviza.
Quien es duro de corazón no hay espacio para amar, no hay espacio para perdonar, no hay espacio para mirar las necesidades del prójimo, no hay mirada para aquel que esta pasando por una situación difícil, por una situación que incluso ha engendrado angustia en el corazón de las personas, y nosotros somos indiferentes. El corazón duro es indiferente. Corazón duro no consigue amar ni perdonar.
Jesús ha venido justamente para nos libertarnos de todo eso. Ha venido para salvarnos. Ha venido para darnos vida nueva. El Señor ha venido para darnos vida en plenitud.
Cristo quería lograr el corazón de los fariseos, quería quitar la dureza del corazón de ellos. Él ha venido también para salvarlos, pero la dureza del corazón ciega para ver los proyectos de Dios, que son mejores que los nuestros.
Que el Señor quite de cada uno de nosotros toda la corrupción, toda la ceguera, todo el rigorismo que nos impide de hacer la voluntad de Dios. Jesús fue atrevido, sano aquel hombre para decir: “Nosotros no estamos esclavos de nada ni de nadie”. Por eso Jesús nos hace libres. “¡Fue para a libertad que Cristo nos liberto!”.
Que Jesús pueda derramar sobre nosotros Su espíritu para seguir como personas libres.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!