“Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada” (Juan 6, 11-12).
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Amado hermano y hermana, en este Itineraio Pascual que nosotros estamos viviendo, esta lectura del Evangelio nos muestra lo que Jesús ya tenía en su corazón, donar su vida por amor a muchos, para alimentar nuestro corazón con su propio cuerpo, y con su propio sangre. Aquí, el Evangelio muestra aquella muchedumbre que seguía Jesús y los discípulos que acompañaban a Él, y Jesús que se compadece, que tiene compasión y mira aquel pueblo esta esclavo, con hambre y sin rumbo. Pero Jesús pide para los discípulos: “Trae los panes y trae los peces”, y los discípulos quedaran molestados porque la muchedumbre era tamaño y los alimentos eran pocos.
Pero Jesús quería mostrar y abrir la inteligencia de los discípulos y de aquel pueblo que allí estaba, porque Él es el único que puede saciar nuestra hambre y nuestra sed de justicia. Y por eso, mi hermano y mi hermana, cuando Jesús bendice los panes y los peces, Él está, allí, realizando la señal de aquel que Él realizo por nosotros en la Pasión, en el Viernes de la Pasión, donde Él se entrega por amor a cada uno de nosotros. Y, allí, Jesús se entrega para que nuestra hambre y nuestra sed de Dios puedan ser sanadas.
No buscamos alimentarnos de Aquel que puede saciar nuestra hambre y nuestra sed de Dios
¡Pero cuantas veces nosotros hemos buscado, en otros lugares, en otras denominación, lo que no puede saciar el corazón del hombre! Jesús es el único que puede saciar el corazón del hombre, y por eso Él es el único que puede alimentar esta hambre y sed que todos nosotros traemos. ¿Y donde ocurre eso, mi hermano y mi hermana? En la Eucaristia. Por eso, en este tiempo Pascual, cuanto más buscamos la Eucaristia, cuanto más buscamos JEsús por medio de la adoración, vamos ser saciados.
¿Cómo que esta tu corazón hoy? ¿Cómo que tu has alimentado tu alma, tu corazón? ¿Tu has alimentado de las cosas fútiles que el mundo le ofrece, en lugar de acoger lo que no pasa, que es la Eucaristia, que nos lleva a comprensión de este transbordar del amor de Dios para cada uno de nosotros? Debemos tener la consciencia de que somos alimentados por el Pan bajado del Cielo, de Aquel que resucito de los muertos para traernos vida. ¡Y cuantos de nosotros vivimos como anémicos, espiritualmente, porque no buscamos alimentarnos de Aquel que puede saciar nuestro corazón, nuestra hambre y nuestra sede de Dios!
Hoy, quiero te invitar a abrir tu corazón y dejar que, por medio de la Eucaristia, por medio de la Palabra de Dios, tu corazón ahora sea robustecer por la fe, la fe en la Eucaristia. Jesús, al bendecir los peces y los panes, muestra la verdadera señal de aquello que Él realizaría dandonos la vida, la vida eterna, la vida en la Eucaristia. Que Dios te ayude, mi hermano y mi hermana, a comprender que solo Jesús puede alimentar nuestra hambre y nuestra sed de Dios. ¡Quien pedir sobre ti esta bendición para cuidar de todo lo que Dios habló en tu corazón!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!