“¿Cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino” (Lucas 12,54-59).
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En el Evangelio de hoy Jesús nos enseña que con la misma habilidad que tenemos para interpretar el tiempo, el clima; los que saben mirar las señales saben interpretar cuándo va a llover, cuándo va a hacer calor, nosotros también debemos tener esta capacidad de interpretar el tiempo en que vivimos, el tiempo que preanuncia nuestro destino trascendente. Los signos son cada vez más claros, cada vez más evidentes de la segunda venida de Cristo, del fin de los tiempos.
Y una vez que estas señales son claras, ya no podemos posponer nuestra conversión. Nopodemos aplazar nuestra conversión, no. Debemos aprovechar el tiempo que nos resta, el tiempo que tenemos, para vivir una profunda reconciliación con Dios y también con nuestros hermanos.
Estamos en el tiempo de la misericordia. El tiempo de la misericordia es hoy, es ahora. El tiempo del perdón es ahora, ese este instante, no podemos seguir postergando este tiempo. Por eso Jesús dice: “Mira, mientras vas al magistrado, al juez, trata de reconciliarte con tu hermano, intenta llegar reconciliado. No lo dejes para después, para otro momento, no, reconcíliense ahora”. Tenemos que vivir la reconciliación mientras tengamos tiempo.
Necesitamos tener un corazón humilde, un corazón que se arrepienta del pecado, que se vuelva atrás, que se reconcilie con sus hermanos
Esta debe ser nuestra prudencia, la prudencia de la que tanto hemos hablado estos días, de estos signos que anuncian el final de los tiempos, el Señor que nos pide prudencia, esta debe ser nuestra prudencia, reconciliarnos, vivir una profunda conversión mientras tengamos tiempo. Y para que esto ocurra de verdad, tenemos que abandonar la actitud a menudo hipócrita y autosuficiente de quienes a veces creen saberlo todo, pero desconocen las cosas del cielo. Saben todo lo de aquí, pero desconocen lo del cielo.
Por eso, para interpretar las realidades del Reino de Dios se necesita humildad, se necesita ser alguien de corazón humilde, alguien que sabe escuchar a Dios, alguien que tiene el corazón atento a la Palabra de Dios, a los signos que Dios nos da de su presencia en medio de nosotros.
Dios con su presencia siempre nos interpela, siempre nos lleva al arrepentimiento, a la conversión y a la reconciliación. Los humildes son aquellos que en la presencia de Dios dejan que su corazón sea impulsado, se dejan llevar por la presencia de Dios y viven así el arrepentimiento de sus pecados.
Dios quiere que todos nosotros seamos alcanzados por Su salvación. Por eso necesitamos tener un corazón humilde, un corazón que se arrepienta del pecado, que se vuelva atrás, que se reconcilie con sus hermanos.
Este es el momento, estamos en el tiempo de la misericordia.
Descienda sobre todos ustedes la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.