“Dijo Jesús a los discípulos: Por eso estén despiertos, porque no saben en qué día vendrá su Señor. Fíjense en esto: si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche lo va a asaltar un ladrón, seguramente permanecería despierto para impedir el asalto a su casa. Por eso, estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos esperan” (Mt 24, 42-44).
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En estos últimos días, en la Liturgia, tuvimos la oportunidad de escuchar varias veces ese fuerte llamamiento para tener una vida coherente; esa fuerte llamamiento para corresponder con la verdad del Evangelio, con la verdad que Jesucristo ha venido anunciarnos.
Y todo ese llamamiento tiene una única finalidad, que es estar preparados, en estado de vigilancia, para el gran día en que el Señor vendrá.
El tiempo de la conversión, el tiempo de cambiar de vida, de dejarnos la hipocresía – ¡tan denunciada por Jesús –, es ahora, es hoy! Hoy, necesitamos dejar la hipocresía que, a veces, se aloja en nuestro corazón.
Pidamos, primeramente, la gracia de ser, en todo, coherentes con la voluntad de Dios en nuestra vida
Por eso, nosotros no podemos perder tiempo,no podemos dejar para corregir nuestras incoherencias y nuestras falsedades después. La vida santa debe comenzar hoy, ya, inmediatamente.
Vivir una vida coherente es vivir ese estado de vigilancia constante; esta vigilancia es vivida en esta disponibilidad interior de alguien que confía y espera: ¡el Señor esta volviendo, Él vendrá!
Diferente de una vigilancia basada unicamente en el miedo, necesitamos vivir la vigilancia con confianza en nuestro Señor Jesucristo. Y quien es coherente no tiene miedo de la venida de Nuestro Señor Jesucristo. Quien es coherente, quien actúa de acuerdo con la verdad, quien corresponde a la voluntad de Dios, espera con confianza Su llegada porque siempre esta preparado para ese día.
Por eso, pidamos, primeramente, la gracia de ser, en todo, coherentes con la verdad, coherentes con el Santo Evangelio, coherentes con la voluntad de Dios en nuestra vida. Y que, a partir de esta santa coherencia, podamos esperar con confianza la llegada de nuestro Señor Jesucristo que vendrá hasta nosotros.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
