“Vean cómo se recoge la maleza y se quema: así sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente. Allí no habrá más que llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que entienda” (Mt 13, 40-43).
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En el Evangelio de hoy, Jesús explica la Palabra del joyo a Sus discípulos. Y en estas explicaciones, Jesús habla con claridad sobre lo que va ocurrir en el fin de los tiempos. En este grande día, el día del juicio, así como el joyo es separado del trigo y tirado al fuego, los hombres malos van ser separados de los hombres buenos y lanzados en el alto horno, donde habrá llanto y chirriar los dientes.
Mis hermanos, no podemos engañarnos, en este día, este día tan esperando, el fin de los tiempos, el día del juicio final, todos nosotros prestaremos cuentas de nuestras obras aquí en este mundo. En este día, toda la verdad va ser revelada, todo nuestro proceder va ser puesto delante del gran juez. Nada por menor que pueda ser, quedara oculto delante de Dios.
De principio, en este tiempo en que nosotros estamos ahora, podemos incluso ocultar lo que nosotros hacemos; podemos poner en escena y disimular una vida de evidente bondad y justicia, así como el joyo hace – el joyo consigue crecer disfrazado en el medio del trigo. Hasta un punto, él consigue estar allí entre los buenos sin ser visto, sin embargo, en el momento de la cosecha, la liviandad de una vida sin frutos, de una fata de bondad, denunciara estas personas que son como joyo.
La misericordia de Dios triunfa en la vida de aquellos que son capaces de producir frutos que contribuyen con la salvación de sus hermanos
En el juicio final, personas que produciran espinas en lugar de frutos, van ser fácilmente identificadas y van se separadas. ¡Es eso que el Señor nos habla hoy!
Porque personas que en nada contribuyeron con el proceso de santificación de las otras personas, es decir, personas que fueron engañosamente poniendo obstáculos, definitivamente fueron espinas en la vida de santificación de los demás hermanos, estas no entraran en el Reino de los Cielos.
Dios es infinitamente misericordioso, pero Su misericordia triunfa en la vida de aquellos que se convierten, de aquellos que se convierten personas buenas; aquellas personas que son capaces de producir frutos que contribuyen con la salvación de sus hermanos.
Por lo tanto, debemos tener eso con mucha claridad: ¡quien es malo, quien no contribuye para la salvación del otro, es decir, quien peca y aún hace el otro pecar, ese no va ser acumulado en el Reino de los Cielos!
Convirtamonos, busquemos producir frutos en lugar de espinas. Busquemos ser buenos para con nuestros hermanos y busquemos ayudarlos también en su proceso de santificación.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!