“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene y la compra. Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: una red que se ha echado al mar y que recoge peces de todas clases. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan, escogen los peces buenos, los echan en canastos y tiran los que no sirven” (Mt 13, 44-48).
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Mis hermanos y mis hermanas, hoy es día 30 de julio, es domingo, día del Señor, y la Palabra de Dios quiere hablarnos sobre el Reino del Señor. Ese Reino que Jesús acogió aquí, hoy, tiene algunas parábolas para intentar explicarnos la profundidad.
El Reino de los Cielos explicado por Jesús, en el Evangelio de hoy, presenta el “tesoro oculto”, el “comprador de joya” y “una red lanzada”. Tres aspectos del Reino de Dios que son interesantes para nuestra reflexión.
Primero, un tesoro oculto. Tesoro oculto que sirve cualquier renuncia para comprarlo; un tesoro oculto, por supuesto, que necesita ser descubierto en primer lugar, porque el Reino de Dios necesita ser buscado. También necesitamos descubrir el valor de las cosas del Reino de Dios, necesitamos descubrir el valor que es ser de Dios, que es ser cristiano en este mundo. Y, descubriendo, somos capaces de cualquier renuncia debido ese tesoro oculto.
En el Reino de los Cielos no existe lugar para la exclusión; todos son acogidos en ese abrazo de misericordia
Cuando una persona, de hecho, descubre la grandeza que es pertenecer a Dios, la grandeza que es pertenecer al Reino de Dios, ella es capaz de cualquier renuncia, de cualquier sacrificio debido ese Reino.
Después, un comprador de joyas, que compra debido el valor, porque descubrió cuanto es aquella joya, él sabe distinguir una joya valiosa de un otro objeto cualquier. Por eso que, al ponernos y descubrir el valor del Reino de Dios, sabemos: “Eso tiene un valor”, “Ese no tiene valor”, “Eso valle la pena vivir”, “Eso aquí no pertenece al Reino de los Cielos”, también vamos siendo coleccionistas de las joyas valiosas que el Reino de Dios nos presenta. Y son muchos valores, son cosas maravillosas que nosotros podemos aprender del Reino.
Y, por fin,una red lanzada al mar que tiene todo tipo de pez. Es decir, en el Reino de los Cielos tiene lugar para todos; en el Reino de los Cielos no existe lugar para la exclusión. Todos son acogidos en este abrazo de misericordia. Desgraciadamente, ni todos dan una respuesta de amor a ese Reino, ni todos adhieren a ese Reino – y eso hace parte de la libertad humana –, ¡porque Dios no obliga nadie, pero el Reino de los Cielos es para todos!
Todos necesitan ser involucrados en este abrazo de misericordia, todos necesitan saber y reconocerse amados dentro del Reino de Dios, para que, al experimentar ese amor, tengan también la capacidad de adherir a ese proyecto y pertenecen al numero de los hijos de Dios, del Reino de Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
