“En aquel tiempo, le trajeron a Jesús un hombre mudo, que tenía un demonio y no podía hablar. Jesús echó al demonio, y el mudo empezó a hablar. La gente quedó maravillada y todos decían: «Jamás se ha visto cosa igual en Israel.» En cambio, los fariseos comentaban: «Este echa a los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios.»” (Mt 9, 32-34).
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Bueno, mis hermanos y hermanas, trajeran un hombre mudo, un “anthropos” (en griego), un hombre, un ser humano que tiene, por naturaleza, la comunicación. El hombre es, por naturaleza, un ser capaz de comunicarse, de dar de sí para el otro y recibir lo que el otro tiene a ofrecer como un don.
Por naturaleza, el hombre es comunicación – comunicación de dones y de gracias. Y añade diciendo que él era mudo “kophos” (en griego), la palabra viene de “cacofonía”, que nosotros tenemos es un sonido desagradable y sin harmonía, cuando una palabra se junta a la otra y produce un sonido desagradable en el oído. Entonces, todo eso estaba presente en la vida de ese hombre, un problema en su comunicación, una falta de harmonia, una falta de capacidad de comunicar lo que él era. Y añade aún más: estaba poseído por el demonio.
El demonio, las personas saben, fue el maestro del hombre en el paraíso, para que el hombre perdiese su comunicación con Dios. ¡Eso es importante decir! Porque, en aquella momento, el hombre, escuchando el demonio, se convierte sordo a la voz de Dios, se convierte mudo también porque no quería más hablar con Dios, no quiere más entrar en dialogo con Él.
El demonio causa, en el corazón del ser humano, esta perturbación en la comunicación
Entonces, lo que nosotros vemos aquí es la repetición de una historia muy vieja: el demonio causa en el corazón del ser humano esta perturbación en la comunicación. Tanto que su nombre después “diabolus” – aquel que divide — , es justamente para causar estos ruidos de comunicación, estas perturbaciones entre los seres humanos.
Y el demonio fue expulso de aquel hombre, y él comenzó a hablar. Vemos aquí, en la secuencia, algunas reacciones. Unos admirados decían: “Nunca se vió igual”; y los fariseos decían: “¿Es por el jefe de los demonios que él expulsa los demonios?”
¡Que lengua maldita, a veces, se oculta dentro de nosotros! Cuantas veces, cuando escuchamos un elogio de alguien, queremos luego hacer un comentario para disminuir aquella persona por la envidia que vive dentro de nosotros. Cuando escuchamos hablar mal de alguien luego corremos para añadir alguna cosa para que la fama de aquella persona sea arruinada por medio del chismes y de la maledicencia.
¡Cuantos mudos aún en nuestro medio! Mudos de una buena palabra, de un elogio, de una alabanza. ¡Que Dios pueda liberarnos de estos males que nos afectan!
Es tan interesante que el santo que nosotros celebramos hoy, San Bento,quisieran dar veneno para él dos veces, quisieran callar su voz muchas veces. Por eso debemos cuidar del veneno que esta presente en nuestra lengua y que es capaz de dificultar la comunicación entre nosotros, entre la familia y el ambiente de trabajo.
Pidamos al Señor que nos libere y nos haga comunicadores del Evangelio, comunicadores de la Buena Nueva.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!