06 Jul 2023

No dejes el pecado limitar su experiencia con Cristo

“Jesús volvió a la barca, cruzó de nuevo el lago y vino a su ciudad. Allí le llevaron a un paralítico, tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de esos hombres, dijo al paralítico: «¡Animo, hijo; tus pecados quedan perdonados!»” (Mt 9, 1-2).

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Mis hermanos y mis hermanas, el mundo de hoy no quiere hablar mucho en pecado, sabemos de eso. Parece fuera de moda hablar que el pecado ofende la dignidad humana, ofende Dios y ofende los demás. Eso porque todo es relativo – “¿Si me hace bien, que mal existe en eso?” Es así que ellos dicen. “¿Por que es pecado, si hay amor?”.

Entonces, son afirmaciones del mundo de hoy para las cuales nosotros cristianos necesitamos estar atentos. Porque nosotros también vamos ocultando de que la estructura de pecado puede corroer nuestro corazón, limitar nuestra experiencia con Cristo y, en el juicio eterno, privarnos de la presencia de Dios.

Jesús sabía que el pecado era tan nocivo al ser humano que, delante de un paralitico, la primera cosa que ocupa la atención de Él es con el pecado que esta presente en la vida de aquel hombre. Porque Jesús era conocedor de los corazones, bastaba una mirada para Él hacer ya el diagnóstico espiritual de la vida de la persona. Entonces, cuando Él ha visto aquel hombre, seguramente has visto que había algo dentro del corazón de él para ser perdonado.

¡El pecado es una herida, y como nosotros tenemos miedo de tocar en nuestras heridas! ¡Como tenemos miedo, muchas veces, de desinfectar una herida lavando con alcohol! ¡Eso para nosotros es terrible, porque arde, y tenemos miedo es eso!

El perdón de los pecados es, de hecho, la forma más alta de cura, y el Señor quiere libertar nuestro corazón

El sacramento de la confesión hace eso con nosotros, con nuestras heridas espirituales: limpia la herida para que ella sea curada. Por eso la confesión es tan poco buscada y tan poco comprendida en los días de hoy. Y también nosotros carecemos, desgraciadamente, de buenos confesores.

Muchos fieles por ahí exponen sus heridas para ser cuidadas, y para ellas es ofrecidos un calmante, un bodrio, un relajante de consciencia y otras terapias paliativas que no conducen para la cura. ¡Eso es trágico! Cuando nosotros sacerdotes traicionamos el ministerio que recibimos, traicionamos el ministerio de la cura que nosotros ejercemos en el momento de la confesión, y vamos engañando las personas, guiándonos para el error.

Que Nuestro Señor también nos libere como sacerdotes, como ministros del sacramento de la confesión, de toda y cualquier situación que nos haya apartado de la Verdad.

Jesús presenta la felicidad verdadera para aquel hombre, porque la felicidad de una vida no esta en el hecho de una persona caminar con las propias piernas o ella ser ayudada por algo o por alguien para caminar. ¡La felicidad esta en el hecho de ella ser libre de todo lo que la paraliza, de todo que endurece su corazón; eso es una vida feliz!

La niña martir que nosotros celebramos hoy, en este día, Santa María Goretti, decía a su ejecutor que intentaba abusarla: “Eso es pecado y a Dios no le gusta”. Ella tuvo que pagar con su propio sangre el precio del cuidado por la castidad.

Antes de pedir una cura, vamos pedir el perdón de nuestros pecados. ¡El perdón de los pecados es, de hecho, la forma más alta de cura, y el señor quiere libertar nuestro corazón del pecado!

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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