27 May 2023

Cuida de tu vida y busca tu santificación

“En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de este?». Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme»” (Jn 21, 20-22).

Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:

Pedro es una persona deslumbrante, porque la respuesta que él recibió de Jesús fue una respuesta dura, una respuesta fuerte. Pero dije que Pedro es una persona deslumbrante, porque en él nosotros encontramos los típicos defectos que vemos dentro de nosotros.

Al mismo tiempo que nosotros vemos aquellas cosas brillantes de Pedro – su corazón puro, su capacidad de decir cosas maravillosas para el Señor, grandes profesiones de fe —, nosotros vemos también un hombre muy vulnerable. ¡Somos todos nosotros! Somos ese Pedro, y también traemos dentro de nosotros esta limitaciones y defectos que necesitan mucho de la gracia de Dios.

Pedro, como que en una forma, en una mirada — porque él da una mirada en el canto del ojo — , ve el discípulo que Jesús amaba. Pedro es víctima de aquella practica que atormenta muchos de nosotros, aquella vieja manía de saber dictar reglas para la vida de los demás o, aún peor, querer controlar y cuidar de la vida de los demás y olvidarse de la propia vida. ¡Eso es terrible!

El cristiano no va necesitar cuidar de la vida de nadie cuando comprender que él necesita pasar por ese proceso de curarse

¡Como hay gente ocupada en cuidar de la vida ajena! Existe, por supuesto, aquel sano cuidado con la vida y, aquí, las personas pone, de forma muy clara, los nombres: son los cuidadores, los guardianes, los acompañadores, los tutores, los mentores etc. Ese es un cuidado sano con la vida de alguien. Por ejemplo, los cuidadores de ancianos. Las personas que tienen la vulnerabilidad por la edad tiene la gracia de tener al lado los cuidadores de ancianos. ¡Ese es un buen cuidado!

Pero aquí esta hablando de un cuidado enfermo, porque deja de cuidar de los propios limites y defectos para ocuparse de lo que ocurre en la vida de los demás. Esta es la actitud que Pedro tuvo y Jesús responde, como nosotros hablamos “en la cara”: “Cuida de seguirme y no te preocupes con la vida de Juan”.

La Biblia ya había abierto un poco esta reflexión que nosotros vemos en aquel episodio de Caín y Abel, porque Caín queda mirando la vida de Abel y deja de cuidar de su oferta para Dios.

Tenga mucho cuidado con esa manía, hoy, de querer dar una mirada en vida ajena que nosotros tenemos. Gracias a Dios que ahora acabo, pasó esta ola terrible de programas de televisión que estimulan esta realidad de mirar la vida de los demás, cuidar de la vida de los demás y olvidar de los problemas que tiene dentro de casa, en la propia familia, en las realidades propias de la vida de la persona.

Entonces, ese episodio que ocurre con Caín y Abel dejo una herida en la humanidad, es una herida de la envidia; y esta herida solo se sana con el seguimiento radical a Jesucristo, es decir, siendo santos.

Porque, si nosotros buscamos, de hecho, santificarnos, no tendremos tiempo para cuidar de la vida de nadie; el cristiano no va necesitar cuidar de la vida de nadie cuando compreender que él necesita pasar por ese proceso de curarse, de cuidar de su propia debilidad, de sus limitaciones, vencer sus propios pecados para que su vida sea un ejemplo para otras personas. Aprendamos a cuidar de nuestra vida, cuidar de nuestro camino.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

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