“Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo. Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies.Entre gritos le decía: «¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo!” (Marcos 5,2.6-7).

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Mis hermanos y mis hermanas, el mla saben quien es Jesús, el mal sabe la identidad de Jesús. Ni el mal resiste a la fuerza de atracción que Jesús ejerce sobre todas las cosas; incluso el demonio va a los pies de Jesús, porque sabe que Él es Dios.

Miren, solo basta Jesús tocar con los pies en la tierra de aquel hombre poseído para que el mal que estaba en él se manifieste. Es así que ocurre, los pies de Jesús en aquella tierra, hacen temblar las fuerzas del mal. El puro toca el impuro; el santo toca el pecador, la realidad de pecado. Es eso que ocurre, porque Nuestro Señor quiso pisa la tierra de nuestro corazón, quiso pisar en el suelo impuro de nuestro corazón. ¿Para qué? Para expulsar todo mal que pueda existir dentro de nosotros.

Talvez, dentro de nosotros, también ocultan estas realidades del mal, y Nuestro Señor hoy quiere, por la fuerza de Su Palabra, tocar tu corazón y te libertar.

El Señor se manifiesta para destruir todas las obras del mal dentro de nuestro corazón

El hombre — nos habla a la Palabra — salió del cementerio. Miren, lejos de Dios nosotros experimentamos la frialdad de la muerte, la soledad de un sepulcro y la falta de la vida. Cuando nosotros nos apartamos de Dios, experimentamos solo realidades de muerte, no hay vida lejos de Dios; nosotros no sobrevivimos estando lejos de Él.

Después, el endemoniado llama Jesús de “Hijo del Altísimo”. Miren que interesante, el mal no es ateo, él sabe quien es Jesús, él sabe quien es el Hijo de Dios. La identidad de Jesús es una evidencia para él, solo que, desgraciadamente, él no da espacios para Dios dentro de él, pero dio espacio para el mal, dio espacio para que el mal viva en tu corazón.

Seguramente, fueron muchas concesiones que aquel hombre fue dando a lo largo de su vida, fueron permisiones que él fue dando para que el mal se apoye de sus capacidades — capacidad de amar, capacidad de elegir, capacidad de decisiones. Tanto que comienza a hacer mal para sí mismo, a mutilarse, a autodestruirse; es así que el mal hace con nosotros, él va poco a poco, apartir de una concesión pequeña que damos, tomando espacio dentro de nosotros. Y cuando nos damos cuenta, no estamos actuando según el Espíritu de Dios, pero según el espíritu del mal.

Nuestro Señor no quiere eso para ningún de nosotros, Nuestro Señor no quiere que nos mutilemos, nos autodestruimos, pero él quiere que nosotros tengamos vida plena. Hoy, Él se manifiesta para destruir todas las obras del mal dentro de nuestro corazón.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!