“Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!” (Lucas 10,23-24).
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Mis hermanos, en el Evangelio de hoy, Jesús alabo el Padre del Cielo porque Él se revelo a los pequeños, aquellos pueblo sencillo, a los discípulos, hombres sencillos. Personas débiles, pero que sin nada y sin apego, se apagaran al verdadero Bien, Nuestro Señor Jesucristo. Percibirán las señales que el padre ha dado y que se concretizaban en Nuestro Señor Jesucrito.
Jesús, el señor, alabo el Padre, porque é se revelo a estos pequeños. Y como escuchamos a poco, también Jesús dijo a Sus discípulos en particular: “Mira, ustedes felices, porque muchos profetas y reyes desearan ver lo que ustedes están viendo, escuchando lo que ustedes escuchando, y no han visto y no escucharon. Ustedes son privilegiados”.
Tenemos la responsabilidad de vivir Su Palabra y de testimoniar a este mundo
Mis hermanos, somos privilegiados porque hemos podido ver y escuchar el Señor. Por supuesto que eso también nos da una gran responsabilidad, el Señor se revela a nosotros en los sacramentos de la Iglesia, Él se revela a nosotros por medio de la Iglesia y de la Palabra. Podemos ver el señor por medio de la Eucaristia, ver y escuchar a Él en Su Palabra.
Somos privilegiados, pero eso nos da — vuelvo a decir — , también una responsabilidad. Delante de lo que vemos y escuchamos, necesitamos aplicar, vivir lo que vemos y escuchamos.
Vemos el Señor, nosotros escuchamos a Él, tenemos la responsabilidad de vivir Su Palabra, de transmitir y de testimoniar Su Palabra a este mundo.
Mis hermanos, que podamos sentir privilegiados y responsables en vivir el Evangelio, en propagar a Él, a sernos señales y un camino que nos apunta la dirección. Sea responsable, seamos responsables en mostrar para nuestros hermanos el camino del bien, el camino del Cielo. ¡Que Jesús sea destaque!
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!