“En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”. Les aseguro que este último volvió a sus casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Lucas 18,13-14).
Mis hermanos, hoy es domingo, día del Señor, día festivo, día solemne para nosotros cristianos, para nosotros católicos. En este día, Nuestro Señor nos instruye y nos llama nuevamente a la humildad, nos llama a la conversión.
Esta parábola del fariseo y del publicano representados realidades: la primera de este fariseo que era temente a Dios, que vivía la Palabra firme, pero faltaba vivir la misericordia, faltaba vivir una mirada de compasión con el otro; al mismo tiempo, él era soberbio y orgulloso. La oración de él no tenía como ser escuchada por Dios, porque él se exaltaba en la presencia de Dios: “Señor, yo hago eso, eso y eso.. pago el diezmo no soy como este ladrón”. ¿Qué oración es esta? “Aquel hombre no fue justificado”, dijo Nuestro Señor.
Después, Él dijo el publicano que ni usaba levantar los ojos, pero decía con seguridad: “Señor, ten piedad de mí, porque soy pecador”. Por supuesto que nosotros debemos devolver el diezmo, debemos ser honestos, debemos vivir la Palabra de Dios, pero no podemos pensar ser mejores, ser orgulloso a punto de no tratar bien el otro, no tratar bien el prójimo.
Hagamos ese camino de conversión y de humildad, reconozcamos pecadores
Por otro lado, debemos hacer ese camino de reconocimiento de que nosotros somos pecadores, debemos vivir ese camino de rebajarse. Así como Cristo ha venido para elevarnos, también necesitamos humillarnos para que Él siga a elevarnos. Es la Kenosis de Nuestro Señor; Él se rebajo, se humillo para recastarnos, para levantarnos.
Mis hermanos, necesitamos también hacer ese camino de rebajamiento. Aquel hombre, aquel pecador publico, él hizo eso con los ojos bajos, y diciendo con seguridad si reconocía pecador.
Mis hermanos, por medio de la humildad que nuestro Señor nos va escuchar. El Señor escucha los humildes, Él escucha aquellos que son sinceros. Por medio de la humildad, los humildes aprenden más, consiguen perdonar más y revelan ciertas situaciones. Los humildes, los pequeños del Señor, aman más, y ellos heredarán el reino del Cielo.
Hagamos ese camino de conversión y de humildad, reconozcamos pecadores, humillémonos en la presencia de Dios y Él va elevarnos. Humillemonos a ponernos a servicio del reino; humillémonos sirviendo nuestro hermano, y el Señor nos va elevar. El camino para el Cielo es el de la humildad. ¡Seamos humildes!
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!