“«No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy” (Jn 14, 1-4).
Que cosa maravillosa esta Palabra de Jesús, que nos da esta seguridad: “Para donde yo voy, vosotros conoces el camino”, porque Jesús es el camino, porque Jesús es para nosotros la indicación de la casa del Padre, Jesús es ese camino seguro en el cual nosotros podemos caminar, en el cual podemos dar pasos todos los días; y pasos muy seguros, porque Jesús nos guia para los brazos del Padre.
Él comienza el Evangelio diciendo: “No te perturbes vuestro corazón”. Pregunto para ti: ¿qué, hoy, perturba tu corazón? ¿Qué le causa molestia hoy? ¿Qué, engendra hoy, dentro de ti alguna angustia? ¿Tiene algo, dentro de ti, que está perturbando tu corazón?
Existe una perturbación generalizada en el mundo, y seguramente ya experimentamos eso. Miedo de ser abandonado, miedo de ser dejado para tras, miedo de ser olvidado, miedo de no ser recordado, miedo de quedar sin lugar, miedo de quedar sin un lugar en el corazón de alguien, por ejemplo; miedo de no ser importante para alguien en esta vida, y ahí se explica el miedo de no tener lugar en el corazón del Padre.
El amor de Jesús es nuestro camino seguro para volvernos al corazón del Padre
Seguramente, yo y tu ya pasamos por este temor, ya pasamos por esta “perturbación” que Jesús habla en el Evangelio. Y ahí, Jesús viene justamente parar quitar este miedo, para arrancar de dentro de nosotros esta angustia, porque la relación con Cristo se convierte para nosotros un camino seguro para seguir la morada del Padre, la morada que Él preparo para cada uno de nosotros.
Jesús se convirtio esta paz que nosotros tanto buscamos, Él se convirtió para nosotros esta posibilidad de acceso al corazón del Padre. Él dijo: “Yo voy no para preparar un lugar para vos”, y parece que esta ida de Jesús, esta ausencia, se convierte, de una cierta forma, una pedagogía sanada, porque no es una ausencia que nos da un vacío, pero es una ausencia que nos enseña a buscar a Él aún más, a tener en Jesús nuestro apoyo y nuestro soporte.
En la vida humana es así: si amo alguien, el amor no disminuye en la ausencia o lejano, pero él permanece el mismo. El amor de Jesús permanece el mismo, y él es nuestro camino seguro para volvernos al corazón del Padre.
¡Que nada nos perturbe en esta Tierra! Que, por intercesión de la Virgen María, de Nuestra Señora de Fátima, podamos tener el corazón en paz, el corazón en Cristo, el corazón sereno, sabiendo que Él nos acompaña en este camino de subida al corazón del Padre, nuestra morada eterna, la vida eterna con Dios.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!