“Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo” (Lc 1, 57).
Contemplamos hoy, en la Liturgia, el nacimiento de Juan Bautista, el hijo de Isabel y de Zacarias. La propia Palabra nos muestra que Zacarias estaba mudo, desde que el Ángel visito y él dudo. La duda nos pone en la inseguridad, la duda nos pone en la esterilidad de la fe, la duda de aquello de que Dios es capaz, la duda de dudar de lo que Dios puede hacer.
Es necesario volverse para el silencio de la escucha para no quedarnos esteril y mudo en la vida, y sí para que la gracia de Dios ocurra en nosotros. Por eso, en este tiempo, Zacarías quedo recogido, él quedo intentando comprender en su corazón aquello que Dios realizara; un sacerdote como él, de edad avanzada, una esposa esteril de edad avanzada y, nosotros, muchas veces, tenemos más porqués, dudas, cuestionamientos sobre la acción de Dios, que la sumisión a Dios, que la obediencia a Dios, que ponerse, de hecho, en las manos de Dios y confiar en su gracia que hace nueva todas las cosas.
Suelta tu lengua para alabar, dar gracias, para bendecir, para reconocer todo aquello que Dios realiza en nuestro medio
Reza con nosotros:
.:8º Día de la Novena de Navidad
La acción de Dios en nuestra vida va más allá de nuestros porqués, la acción de Dios ultrapasa nuestra comprensión humana e intelectual. Cuando Juan nació, en el mismo momento, la boca de Zacarías se abrió, su lengua se soltó y él, que antes dudaba, ahora alababa, estaba bendiciendo, dando gracias y exaltando el nombre del Señor, Nuestro Dios.
Pasamos buenas parte de la vida llenos de porqués, preguntando, cuestionando, dudando y no permitiendo que la gracia de Dios se realice en nosotros. Abra tu boca, suelta tu lengua para alabar, dar gracias, para bendecir, para reconocer todo aquello que Dios realiza en nuestro medio.
¿Ya has parado para dar gracias a Dios por la propia vida? ¿Ya has dado gracias por los hijos que tu tienes? No es solo una alabanza de pensamiento, es una alabanza donde realmente la lengua se suelta. Porque, desgraciadamente, nuestra lengua ha soltado para reclamar, murmurar, para hablar mal. Bendita es la lengua que se suelta para alabar y para engrandecer el Señor. A veces, nuestra lengua mal se suelta para decir “amén”, pero la lengua que se pone a servicio de la gracia, ella se abre para alabar, bendecir y glorificar el Señor, Nuestro Dios que nos visita con Su amor.
¡Dios te bendiga!