“Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande” (Lc 9, 46).

No es solo en el tiempo de Jesús, en nuestros tiempos las discusiones siguen; seguimos discutiendo pra saber quien es mejor, quien sabe más, quien tiene razón, quien manda. Seguimos discutiendo para hacer prevalecer nuestra opinión, para sernos el dueño de la razón; seguimos con discusiones tontas que, muchas veces, no llevan a nada o, cuando no, llevan para el peor, llevan para la división, para la acusación, llevan para el malestar de las personas, ponerse unas contra las otras.

No pierdas tiempo con las discusiones de este mundo, no pierdas tiempo, incluso, parar crear en tu casa un ambiente de discusiones y de agresión. Una cosa son personas maduras, sensatas y equilibradas (virtudes cada vez más raras en los tiempos en que nosotros vivimos) que saben con argumentos, muchas veces, sensatos y equilibrados, conversaren sobre los vários aspectos de la realidad en que vivimos. Pero cuando la persona es tomada por la insensatez, por la ignorancia y, especialmente por la soberbia de querer prevalecer lo que ella cree y piensa, donde, muchas veces, un punto de vista que no pasa de querer convertirse la razón mayor de la existencia, eso engendra solo esta indolencia del mundo en que nosotros estamos, cuando las personas piensan siempre ser  dueñas de la verdad.

Necesitamos, cada vez más, abrazar niños para amarlas, protegerlas, pero, al mismo tiempo, para recuperar nuestra inocencia perdida

Los discípulos estaban así también, estaban discutiendo, no era simplemente la discusión para saber quien era el mejor, pero la discusión de la mayoridad, de quien es más, de quien sabe más, de quien impone más, es la discusión que escuchamos hoy, son las agresiones que están hoy más aceleradas con las redes sociales, con muchos grupos que se forman.

Jesús escucha nuestras discusiones y muchas de ellas incluso el nombre de Él, porque están creando incluso peleas en nombre de Jesús, discusiones y agresiones en nombre de Él, y Él hasta se oculta porque no pidio para nadie discutir ni pelear en nombre de Él.

Viendo esta discusión, Jesús predica y trae para el medio de ellos o aquella que nadie generalmente escucha, que es insignificante, un niño. Coge el niño y pone en medio de ellos, y el niño es el fin de toda y cualquier discusión o sentimiento de mayoridad.

Si nosotros pensamos que somos más importantes o mayores por causa de lo que sabemos, para Dios es mejor quien no sabe nada o sabe solo lo que es esencial, que es la pureza y la bondad que reside en el corazón de un niño. Por eso. nosotros necesitamos, cada vez más, tener niños en nuestro medio, para abrazarlas, acogerlas, pero para senos curados de nuestras vanidades, de nuestros sentimientos de orgullo, de soberbia, de nuestro egoísmo.

Necesitamos, cada vez, abrazar niños para amarlas, protegerlas, pero, al mismo tiempo, para recuperarnos nuestra inocencia perdida, nuestra humildad que fue tirada al rincón, para ponernos ordenes en los devaneos que toman cuenta de nuestra mente, donde hacemos incluso discusiones mental, pelea mental, donde creamos un verdadero tormento mental. Queremos de alguna forma imponer nuestra ideología, nuestra forma de pensar y creer; quiero que las personas recen, hagan, crean, voten, todo de acuerdo con mi convicción; y creo dentro de mi aquel sentimiento negativo, vou quedando con mucha rabía, con mucho rencor, voy hasta creando odio en aquel otro que no cree en lo que creo, que piensa diferente de mi, eso cuando no convierto amargo, me convierto aquella persona enferma por causa de mis pensamientos egoístas y soberbios pensando que sea la verdad.

La verdad esta en la humildad, y es por eso que el niño tiene que ser puesta siempre en nuestro medio para convertirnos.

¡Dios te bendiga!