“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15, 5).
¡Que belleza es permanecernos en Jesús! ¡Que gracia es Jesús permanecer en nosotros! Necesitamos permitir que la Palabra de Dios permanezca en nuestro corazón, necesitamos permitir que Jesús permanezca dentro de nosotros, por eso tenemos que llevar una vida honesta, correcta y santa.
No podemos caer en la disculpa de decir siempre: “Yo soy pecador”, “Yo peco”. No permanezcamos en el pecado. Tenemos que salir del pecado, tenemos que combatirlo, porque la Palabra de Dios nos liberta, nos limpia y nos purifica.
Así como todo ramo es podado para que produzca más frutos, para que el fruto sea más vigoroso, nosotros también somos podados. La Palabra de Dios nos poda, nos corta, nos liberta y nos restaura, pero es permaneciendo en la Palabra que permanecemos en el Señor.
No podemos querer permanecer en el pecado, en el resentimiento, en la tristeza, en el odio. No podemos querer permanecer en la vida vieja, en los errores de siempre. Tenemos que permitir que la Palabra de Jesús nos liberte del mal, para que podamos permanecer en Él y Él permanecer en nosotros por el poder y por la autoridad de Su Palabra.
Necesitamos permitir que la Palabra de Dios permanezca en nuestro corazón
Estamos dejando que las fuerzas del mal nos arranquen de la presencia de Dios, pero no hay fuerza ni tentación que sea mayor que la presencia de Él en nosotros. La opción es siempre nuestra, la opción es siempre nuestra: o elegimos permanecer en Jesús o elegimos permanecer en el mundo. Cuando hablo “mundo”, es todo su libertinaje, todas las tentaciones y tribulaciones. O permanecemos en nuestro mundo triste y herido, tomado por el resentimiento, por la rivalidad, por la competición y por la maldad, o salimos de él para permanecer en Jesús.
Podemos incluso nos herir, pero no podemos quedar caídos para siempre donde hemos herido. Tenemos que nos levantar, tenemos que permanecer en el amor que Dios tiene por nosotros.
Yo creo en Jesús, creo en la Palabras de Él; creo que Jesús tiene el poder de transformarnos, de libertarnos y restaurarnos, pero necesitamos permanecer en Él, permitir y trabajar para que nuestros pensamientos, sentimientos y nuestras intenciones estén en Jesús.
Estamos todo el tiempo trabajando con el mundo, pero seamos en el mundo la presencia de Jesús, y permitamos que en todo lo que hicimos Jesús esté en nuestro medio.
Existe un error terrible en que la persona cree que permanece en Dios solo cuando está en la iglesia, cuando para un poco para rezar. ¡De ninguna forma! Que sea durmiendo, trabajando, comiendo, pasando por aflicciones, permanecemos en Jesús, porque Él desea permanecer en nosotros.
¡Dios te bendiga!