“Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido” (Lc 12, 1-2)
No hay mal mayor para nuestra personalidad, para nuestro carácter, para nuestra persona que vivir de aparencias, que ocultarnos de lo que somos bajo la sombra de la hipocresía. La hipocresía es, en realidad, un mal terrible que causamos en nosotros y en la sociedad. Ella necesita ser cuidada, tratar y, por encima de todo, combatida.
Muchas veces, la hipocresía se va convirtiendo una realidad tan dura, tan cruel, pero, al mismo tiempo, tan común que vamos nos acostumbrando con ella y muchas personas, muchas veces, ya no saben más vivir sin ser bajo la cara de hipocresía.
La hipocresía es la cara que presentamos al mundo y a las personas y, muchas veces, no es lo que que somos, pero las apariencias que queremos ser, la imagen que queremos vender, aquel prototipo que queremos que los demás conozcan, creen que somos, pensamos, actuamos, y así por delante.
La primera cosa, es necesario cuidar de las cosas intimas y particulares, de las cosas mínimas de la vida. No de espacio a las pequeñas mentiras porque no hay medias verdades, lo que son mentiras subterráneas que van se formando, se ocultando debajo de aquello que hacemos y hablamos, y eso se va poniendo como condición de vida.
La hipocresía es, en realidad, un mal terrible que causamos en nosotros y en la sociedad
Muchas veces, nos acostumbramos a hablar una pequeña mentira aquí, una otra allá; y, cuando no percibimos, eso se va convirtiendo una cosa común en nuestra vida. En realidad, se va convirtiendo un vicio.
Muchas personas mienten y ellas misma creen en sus mentiras. Ellas viven de esta forma, viven mentiras como si fuera verdades y hablan con entusiasmos, hablan con una voz impostada, defienden sus argumentos a punto de levantar la voz o incluso soltar lagrimas para argumentar, para simplemente poner su punto de vista.
Es necesario trabajar seriamente en la luz y en la oscuridad. Primero, para que la luz ilumine la oscuridad que vivimos en el alma, en el corazón y en las situaciones oscuras de la vida. No dejemos nada sin solucionar, busquemos ayuda, confesión, dirección espiritual, pero no vivamos nada bajo apariencias falsas, negativas y engañosas. Muchas veces, creemos que engañamos los demás cuando, en realidad, estamos engañando solo a nosotros mismos.
¡Dios te bendiga!