“Entonces Jesús comenzó a reprochar a las ciudades en que había realizado la mayor parte de sus milagros, porque no se habían arrepentido” (Mt 11, 20).
Es necesario decir, primero, que el gran milagro es la conversión. Nadie experimenta milagro en la vida si no convirtió o no es convertido por la Palabra y por la gracia de Dios.
¿Tu quieres milagro mayor que una persona que es vengativa convertirse amorosa? ¿Qué una persona que era mundana convertirse santificada? ¿Qué una persona que cultivaba solo el mal dentro de sí, pero, hoy siembra el bien en las almas?
Miremos para dentro de nosotros: ¿cuál es el milagro que experimentamos de Dios en nosotros? Por ejemplo, si tu aún sigue con aquella vieja tristeza – a veces, escucho la persona decir: “Hasta hoy no conseguí perdonar mi madre” -, tu necesitas de un milagro, porque paso por un trauma en su infancia y esta con él hasta hoy. ¡Tu necesita de un milagro, muchas veces, en tu matrimonio, porque pasó por decepciones en la noche de ayer o hace años, y esta con esta decepción hasta hoy!
Milagro es cambiar la visión, el corazón y la dirección. No puede una persona ver lo que Jesús realiza en nuestro medio, y el corazón ser siempre el mismo, ser siempre aquel corazón duro y cerrado, ser aquella persona amarga. Aquella persona donde ella se hace no trae la gracia, pero la presencia de ella es muy incómoda, porque solo trae el negativo. Por eso, Jesús esta censurando la mayor parte de las ciudades, donde Sus milagros fueran realizados porque las personas pararan en el espectáculos, y no en la gracia.
Milagro es convertir, es transformar la mente cerrada en un lugar donde la gracia de Dios entra
Tomemos cuidado para nuestra fe no ser un espectáculo, donde vamos en búsqueda de ver algo extraordinario ocurrir, donde estamos con una enfermedad, y esta enfermedad salio de nosotros, y vimos salir del otro.
Busco un milagro a cada día, ese milagro soy yo. Sé que no soy más aquel hombre viejo que ya fui, pero también sé que nos soy el hombre que necesito ser. Yo necesito vivir, querer y buscar, con toda la intensidad de mi alma, el milagro de Dios en mí vida. Cambiar esta mentalidad, cambiar pensamientos, arrancar resentimientos, quitar todo ese agrura, amargura y esta visión retrógrada que, muchas veces, tenemos. Quitar de cada uno de nosotros toda y cualquier agresividad, todo ese espíritu de querer combatir, tener la razón, de querer mandar y hacer las cosas de nuestra manera.
Experimente, el gran milagro de la vida es aquel que vence tu orgullo, soberbia, tus vanidades y se deja guiar por la humildad de Jesús. Si no es convertidos, no entramos en el reino de los Cielos. Por eso, milagro es convertir, es transformar lo que era viejo en nuevo, es transformar la mente cerrada en un lugar donde la gracia de Dios entra.
Milagro es transformar actos, actitudes y comportamientos. Milagro es ver una persona que queda en el sofá todo el tiempo, y esta persona es capaz de levantarse, moverse, cuidar de su propia salud. Milagro es una persona que queda todo el tiempo con el celular, con internet, con la televisión, y es capaz de dejar eso de lado para escuchar a Dios y reflexionar Su Palabra.
Busquemos los milagros verdaderos de Dios para nuestra vida.
¡Dios te bendiga!