“Su madre conservaba estas cosas en su corazón” (Lc 2, 51)
Hoy, tenemos la alegría de celebrar el Inmaculado Corazón de María. El corazón inmaculado es el corazón puro, que no se deja mezclar con el mal y con el pecado.
Es verdad que el corazón de María fue formado ya inmaculado, desde la gracia mayor de mantener el corazón puro, no mezclado con los males del mundo en que vivimos.
¡Cuantos tormentos experimento la Virgen María! A veces, miramos para Ella y creemos que fue una Mujer que tuvo una vida pasiva, que no tuvo inquietudes, preocupaciones y perturbaciones. Al contrario, tuvo muchas, y realmente muchas, aflicciones. Desde el momento en que fue elegida para ser la Madre del Salvador, cuantas cosas ocurren: la incomprensión de San José, la persecución que Ella sufrió cuando este niño nació, sin contar el tormento que fue encontrar un lugar para el niño nacer y, después, aquellos acontecimientos que represento la vida de su Hijo.
El corazón de una madre no consigue desconectar del corazón del hijo que engendro, imagina el corazón de la Virgen María siempre conectado al corazón de Jesús, que salio de su vientre.
El corazón inmaculado es el corazón puro que no se deja mezclar con el mal y con el pecado
Un corazón para ser puro no es un corazón que pasa por tormentos, tribulaciones o dificultades en esta vida. El corazón puro e inmaculado es aquel que purifica o no mezcla las cosas.
Nuestro corazón es muy atribulado, manchado y marcado no solo por el pecado, pero por la fuerza que dejamos el pecado ejercer en nuestro corazón. Cuantas tristezas, resentimientos y sentimientos no resueltos dentro de nosotros que van convirtiendo nuestro corazón pesado y amargo, va convirtiendo nuestra vida muy irritada, porque todo nosotros guardamos en el corazón.
María no guardaba todo en su corazón, Ella dejaba en él lo que era esencial. María dejaba su corazón para reflexionar, para intentar comprender. El corazón de María sabía siempre volver para Dios. Ella no comprendía todo, pero todo dejaba en el corazón de Dios.
Creemos que entendemos todo, que tenemos respuestas para todo. Cuando no tenemos la respuesta objetiva, damos aquellas respuestas subjetivas, muchas veces, amargas, violentas y la vida se va convirtiendo cada vez más agitada, atribulada y complicada porque no sabemos guardar para purificar y reflexionar. Somos movidos por los impulsos de aquí, de ahora y de las probaciones.
María no dejaba las cosas externas provocar su alma, por el contrario, Ella sabía escuchar lo que venía de fuera y quitar lo que no era bueno para su corazón.
Volvámonos para el Inmaculado corazón de María, para purificarnos nuestro corazón y nuestra alma, para buscarnos del corazón de Ella la capacidad de reflexionar y pensar mejor en todo que realizamos.
¡Dios te bendiga!