“Entonces Jesús les dijo: Devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios” (Mc 12, 17).
Las autoridades de la religión judaica, especialmente fariseos y partidarios de Herodes, quisieran poner Jesús en una trampa, en una situación difícil y complicada, porque, sobre todo, querían saber lo que Él pensaba: “¿Es licito pagar impuesto a Cesar?”.
Eran impuestos injustos, hechos de forma opresiva, pero al mismo tiempo, Jesús estaba allí para decretar una rebelión, que nadie paga impuestos, nadie cumple sus obligaciones o las responsabilidades para con el estado, por eso preguntaran a Jesús si era licito pagar el impuesto o no.
Él mismo cogió la moneda y pregunto a ellos a quien ella se refería. La moneda era cuñada con la imagen de Cesar, el emperador. Algunas, nosotros nos recordamos, muchas veces, que las cedulas, las monedas de antiguamente, generalmente, venian con la imagen de presidentes, personas notorias, especialmente, con el cariño de la casa de la moneda, aquellos que emiten el dinero o la importancia financiera que usamos. Necesitamos dar a Cesar lo que es de Cesar, y a Dios lo que es de Dios.
Comprendiendo lo que Jesús nos enseña hoy, necesitamos poner cada cosa en su lugar. La supremacía de la religión y de la fe en nuestro corazón no puede llevar la ignorar otros aspectos y elementos de la vida humana.
La primacía de la fe en nuestra vida es dar a Dios lo que es de Él
Vivimos, muchas veces, debates entre la ciencia y la fe, la ciencia y la religión. La ciencia tiene su papel único y fundamental que no se contrapone jamás a la religión. Ahora, vamos vivir una religión oscura y de forma equivocada, la religión e ignorarnos las ciencias y otros aspectos de la vida humana. Como también vivimos nuestra humana de forma equivocada, con mezquindad y cuando dejamos la fe de lado, cuando ignoramos la fe y los elementos que ella trae para nuestra vivencia.
Por eso, es importante dar a cada cosa lo que ellas merecen o tener cada cosa en su lugar. La primacía de la fe en nuestra vida es dar a Dios lo que es de Dios. A Dios nuestro primero amor, nuestro culto, nuestra alabanza y nuestra adoración. Y a ningún otro podemos dar lo que es solo dado a Dios.
No podemos adorar nadie, no podemos poner nadie en el lugar de Dios ni poner nadie en el mismo lugar de Él en nuestra vida y en el amor de nuestro corazón.
Vivimos en un estado, en un municipio, que tiene sus leyes, normas y obligaciones, y todas que no se contrapone a la religión necesitan ser realmente respetada, vividas y obcecadas. No podemos, en nombre de la fe, de la religión y de aquello que creemos, simplemente convertirnos seres que no cumplen sus obligaciones y responsabilidades en la sociedad y en el mundo en que estamos.
Es necesario dar a Dios lo que es de Dios, y a Cesar lo que es de Cesar.
¡Dios te bendiga!