22 Aug 2019

La humildad es nuestro camino de santificación

“El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lucas 1, 28).

Hoy, celebramos la fiesta de Nuestra Señora Reina del Cielo y de la Tierra. Reconocemos lo que Dios reconoció. María, Su Madre, la sierva fiel del Señor, es Aquella que reina en el Cielo como madre de todos nosotros.

El reinado de María, en realidad, es el reinado de Cristo, porque el Rey es Jesús. Él es el Rey de nuestra vida, Rey del universo y de toda la creación. Él reconoció su Madre, la primera discípula, Aquella que siguió a Él, que le dio la vida por causa del Reino como reina.

¿Dónde están los méritos de María? En lo que Dios también desea coronarnos. La corona de María es ornada por las virtudes evangélicas que brillan en el corazón de esta sierva fiel del Señor.

Hoy, reconocemos reyes y reinas, la realeza del mundo esta basada en la vanidad, en los criterios humanos de la belleza, de valores materiales y así por delante. El criterio en el reino de Dios son las virtudes, y la primera de ellas es la humildad.

Cuando miramos para Marías, percibimos cuanto brilla la humildad en todo lo que ella hace. No se prevalece por el orgullo: “Soy la madre de Jesús”. Ella nunca dejo envanecer porque, en realidad, las vanidades quitan el reinado de Cristo.

El criterio en el reino de Dios son las virtudes, y la primera de ellas es la humildad

Cuando nos dejamos llevar por las vanidades, cuando ellas toman cuenta de nuestro corazón, ellas reinan en nuestros sentimientos, en nuestros pensamientos y en todo lo que hacemos y realizamos. La vanidad toma cuenta de lo que nos preocupa y nos ocupamos en hacer los deseos egoístas de vanidad.

María dejo Jesús reinar en su corazón, Ella dio el su alma para Dios, dejo que Él reinase. En el Reino de Dios nos convertimos sus siervos y reinamos con Él cuando el reconocemos como nuestro rey. María es la Reina, Aquella que sirvió más que todos, fue más humilde en todas las situaciones y condiciones, fue Aquella quien dejo Dios reinar en nuestra vida.

Por eso, “Te exaltamos, Virgen María, Te aclamamos a la Reina del Cielo y de la Tierra. Enseñanos la vía de la humildad, el camino de la pequeñez, libertanos del camino de la vanidad en el cual estamos dejando sucumbir nuestra alma y nuestro corazón. Libertanos de eses caminos tortuosos de la vida que nos esclavizan. Ayudanos a seguir el camino del Cielo y permita que solo Jesús reine en nuestro corazón, en nuestra vida y en todo lo que hacemos.

No nos permita, Madre querida, buscarnos reconocimientos humanos, aplausos, curtidas y que estas cosas hagan crecer nuestro sentimiento de vanidad, pero que busquemos la humildad del Evangelio como nuestro camino de santificación. María, madre de Dios, reina del Cielo y de la Tierra, ruega por nosotros”

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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