Permita que esta pequeña semilla, despreciable a los ojos humanos, crezca en nuestra vida y produzca muchos frutos
“Jesús dijo entonces: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas” (Lc 13, 18-19).
Cuando tomamos un grano de mostaza en nuestras manos, él se vuelve tan pequeño que ante las curvas de las manos, ese grano puede incluso desaparecer, porque es insignificante.
El Reino de Dios es pequeño y la vista humana él también parece insignificante. El cristianismo nació despreciado, renegado, perseguido y marginado, pero creció y se convirtió el gran árbol que trajo la luz y la gracia de Dios para toda la humanidad. Incluso esta árbol siendo perseguido y combatida, ella es levadura que ilumina y salva toda la humanidad.
La Palabra de Dios transforma vidas y corazones donde ella llega, pero es necesario acoger esta semilla que es un grano de mostaza que parece insignificante.
Muchas cosas en nuestra vida parecían insignificantes, pero eran esenciales para cambiar nuestra vida, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. De la misma forma, hoy, tenemos que prestar atención en las cosas que no parecen importantes, porque ciertos detalles hacen la diferencia.
El detalle mayor que tal vez no tengamos dado a debida atención es el poder que la Palabra de Dios tiene para transponer montañas, para cambiar pensamientos y sentimientos. No podemos ignorar la Palabra de Dios.
Muchas veces, vemos crecer la desesperanza, las cosas negativas y la pregunta es: ¿Qué vamos hacer? ¿Cómo vamos lidiar con tanta situación? Es la Palabra de Dios que hace nueva todas las cosas, no ignoremos el poder de ella. Yo soy testigo viva que la Palabra de Dios hace en mí vida y de como ella transforma personas en todo el mundo a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Permita que esta pequeña semilla, despreciable a los ojos humanos, crezca en nuestra vida y produzca muchos frutos.
¡Dios te bendiga!