20 Sep 2018

Jesús perdona todos nuestros pecados

A quien se ama mucho, mucho se perdona. Si no tenemos o no demostramos mucho amor por Dios, experimentaremos muy poco su perdón.

“Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. (Lucas 7,47)

El Evangelio de hoy es lindo y merece toda nuestra atención, porque una mujer era reconocida como pecadora. No sé, de hecho, cuáles eran los pecados de esta mujer, pero recibió el adjetivo de “pecadora”, todas la conocía así.

A las personas le gusta rotular, generalmente y lamentablemente, rotulan por lo negativo. Alguien que cometió esa o aquella falla, alguien que tiene algo que no nos agrada. Muchas veces olvidamos el nombre de la persona, pero no de su rótulo. Si aquella persona tiene un pecado, mayor es el nuestro de rotularla por sus defectos, sus debilidades, sus pecados y demás.

Jesús no rotula a nadie, al contrario, Él acoge a todos, por ese motivo los pecadores se le acercan, van a su encuentro. Esa mujer que, oficialmente, nadie la tenía por bien, la tenían lejos, no encontraba el recibimiento que necesitaba.

Todos necesitamos cambiar de vida, pero no vamos a cambiar de vida porque creemos que el otro tiene una vida errada, que el otro es pecador. “Yo no hago lo que él hace”.

Nuestra relación con Dios no se mide por comparación, nuestra relación con Él se mide por la cercanía, por un corazón que reconoce su miseria y necesita del amor misericordioso de Dios.

Los religiosos de la época de Jesús no lo acogieron y no fueron acogidos por Él. No fue Jesús el que no los acogió, sino que ellos no sintieron necesidad de Él, ya estaban justificados. Esta mujer era muy pecadora, así la rotularon, pero tenía mucha sed de amor, de sanación, de liberación. Se arrojó a los pies de Jesús y pasó el mejor perfume que había, demostró todo su amor y por eso todos sus pecados fueron perdonados.

A quien se ama mucho, mucho se perdona. Si no tenemos o no demostramos mucho amor por Dios, experimentaremos muy poco su perdón y misericordia, y vamos creciendo en el orgullo, en la soberbia espiritual de creernos santos, justificados y mejores que otros.

¡Qué peligro corremos, que Dios nos dé juicio, sabiduría y humildad!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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