Nuestro corazón necesita ser humilde, y nosotros necesitamos ocupar nuestro lugar, el último lugar, sin deseo de pretensiones ni grandeza
“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
Dios nos quiere descansados, Él no nos quiere sobrecargados, ni quiere que la carga de esta vida, que las cargas de nuestros compromisos y obligaciones sean una carga que va oprimiendo nuestra alma, nuestra vida, quitando nuestro gusto y nuestra alegría de vivir.
¿Que vamos hacer? ¿Vamos tirar para fuera nuestras responsabilidades? ¿Vamos huir de nuestras obligaciones? ¡No! Vamos refugiarnos en el corazón de Jesús, porque, para enfrentar todas las situaciones de la vida, necesitamos tener corazón. Si no hacemos de corazón, no es bien hecho y sobrecarga la salud física, emocional, psíquica y espiritual. Necesitamos tener el corazón en lo que hacemos, pero no un corazón sobrecargado, enfermo, tenso nervioso, temeroso, ansioso ni preocupado.
¿Como nuestro corazón necesita estar? Él necesita aprender con el corazón de Jesús, tomar la carga de Él, aprender de Jesús, que es manso y humilde de corazón, porque así encuentra descanso en todo lo que hace.
El corazón manso no es agitado. Pero nosotros nos agitamos mucho, dejamos el corazón todo agitado y lo llenamos de cosas que no tienen necesarias. Él se convierte de cosas que solo nos llenan.
Nuestro corazón necesita ser humilde, y nosotros necesitamos ocupar nuestro lugar, el último lugar, sin deseo de pretensiones ni grandezas, sin buscar cosas además más allá de lo que es nuestro. Hasta cuando hacemos una cosa que puede ser grande, pero hacemos con la humildad de corazón, allí nuestro corazón no se va perder.
A veces, estamos viviendo una situación, estamos pasando una realidad de vida, pero el corazón esta lleno de orgullo y vanidades, y todo se convierte pesado, no nos conformamos ni nos consolamos con nada.
Encontremos consuelo, descanso y refugio en el corazón de Jesús y aprendamos con Él como debe ser nuestro corazón manso y humilde, porque los mansos y humildes tienen un corazón cuidado por Dios.
¡Dios te bendiga!