El Señor nos esta llamando para que proclamemos el Reino de Dios en el mundo que esta sediento y sucio, que necesita renovado y purificado.
“Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros” (Mc 6, 7).
Los espíritus impuros dominan el mundo en que vivimos, porque ellos encuentran espacio para esparcir impurezas, maldades, corrupciones y discordias en el corazón de la humanidad.
La humanidad en que vivimos es sucia y estropeada por el mal, pero no es para mirarnos para ese mundo con la óptica de la perspectiva negativa de que esta todo perdido y que nada vale la pena más. Por el contrario, en el mundo perdido, estropeado, sucio e impuro en que vivimos, Dios nos envía, Él fue el enviado del Padre. Por donde Jesús pasaba, Él expulsaba los demonios, expulsaba las impurezas, purificaba lo que estaba sucio, sanaba y realizaba el Reino de Dios.
Es necesario realizar el Reino de Dios, es necesario predicar la conversión, expulsar los demonios, sanar los enfermos, llevar la unción de Dios para el mundo que esta contaminado por el mal. Por eso, la orden de Jesús es para que podamos ir en misión.
Muchas veces, estamos preocupados en recibir la unción. Entonces, nosotros la recibimos, pero guardamos y no llevamos la unción y la gracia de Dios adelante. ¡Quedo pensando como nuestras iglesias estarán llenas! Las personas van a Misa recibir la Eucaristía, la Palabra de Dios. Ellas las reciben, pero guardan. La orden de Jesús, además, es para ir adelante.
Necesitamos levantar de nuestras iglesias, comunidades y parroquias. Necesitamos tener la osadía que hoy escuchamos en la Primera Lectura de Amós, aquel que, mismo reconociendo no ser profeta ni hijo de profeta, era solo un pastor de ganado y cultivador de sicomoros, pero el Señor lo llamó para profetizar en la casa de Israel.
El Señor nos esta llamando para que nosotros también profeticemos y anunciemos, para que proclamemos el Reino de Dios en el mundo que esta sediento, sucio y necesaria ser renovado y purificado.
Es muy fácil criticar, decir que las cosas no prestan, que las personas no tiene forma. Estamos desmereciendo la acción redentora de Jesús, desmereciendo el trabajo bueno del Padre. Él cuenta con cada uno de nosotros para que proclamemos, anunciemos y hagamos el Reino de dios suceda en el mundo en que estamos insertos.
¡Dios te bendiga!