30 Jan 2018

Toquemos en la gracia de Dios

Permitamos que nuestra alma toque la gracia de Dios viva y presente en nuestro medio

“Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad” (Mc 5, 34).

En el Evangelio de hoy, vemos dos situaciones de personas que necesitan extremamente de la gracia de Dios. La primera situación es la hija de Jairo con 12 años, aún una adolescente, estaba prácticamente muerta. Jairo decía: “Mi hijita esta en las últimas. ¡Viene y pone las manos sobre ella, para que ella quede curada!”

La segunda situación es de una mujer que hace 12 años sufría de una hemorragia crónica. Esta hemorragia hacia de ella impura, porque esta era la mentalidad de la cultura judaica y así ella no podía estar con los demás. Pero ella tenía una convicción: “Si tocar en la ropa de Jesús, quedaría sanada”.

La fe de esta mujer es la misma que tenía Jairo. Si Jesús tocase en su hija, ella quedaría curada. Necesitamos tocar en Jesús y necesitamos permitir que Él toque en nosotros.

Esta mujer venció las barreras, los prejuicios, pasó por encima de sus propios miedos y fue al encuentro de Jesús y Él resucitó la vida de ella. La fe de Jairo [que Jesús podía tocar en su hija] operó la misma gracia. Jesús toco y dijo la niña: “Talita cum. ¡Niña, levantate!”. Y ella levanto y quedo restablecida.

Toquemos en la gracia, permitamos que la gracia de Dios toque en nosotros. Si no tenemos la sensibilidad de la fe, de la gracia de Dios, escuchamos Dios hablar, escuchamos la Palabra de Él, pero ella no toca nuestro corazón, no sana nuestro corazón.

Todas las veces que tocamos la Palabra de Dios con fe, ella nos cura. Todas las veces que nuestro corazón se abre y se deja ser tocado, sensibilizado por la presencia de la gracia, la Palabra de Dios sana, levanta y restablece. Experimentemos ser sanados por la gracia de Dios.

Si nos faltan fuerzas humanas, decimos: “Jesús, yo necesito ser tocado por Ti”. Aquí no es el toque de las emociones, por el contrario, es el toque de la sensibilidad del alma. Incluso en la sequedad que el alma pueda experimentar, no podemos quitar del Señor nuestra confianza y nuestra esperanza.

Permitamos ser tocados y curados; permitamos que nuestra alma, nuestro corazón, nuestras enfermedades, tensiones y preocupaciones toquen en la orla, en el manto, en la gracia de Dios viva y presente en nuestro medio.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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