20 Sep 2019

Tengamos la vida transformada por la Palabra del Señor

“Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios” (Lc 8, 1-2)

En la compañía de Jesús cabe todos nosotros. Él desea nuestra compañía, desea que caminemos con Él en lo que hace. ¿Qué trae Jesús? Él caminaba por todos los lugares predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios.

Cuando la Buena Nueva del Reino de Dios es predicada, ella impregna el alma y el corazón; convierte las personas y cambia el corazón de aquello que acogen la Palabra de Dios. Y, esta Palabra, hace toda la diferencia porque ella es la Buena Nueva.

Las personas están en busca de novedades. A cada día las personas quieren novedades, pero la novedades tan fácilmente, quedo vieja. El teléfono móvil que era bueno ayer, hoy, ya esta viejo; el coche que era el mejor ayer, hoy, ya esta viejo; la mensaje que tu has leído, rápidamente ya has descartado. Pero la Palabra de Dios no, ella es siempre nueva, porque solo ella renueva nuestra vida en todo lugar y circunstancia cuando nos abrimos para ella.

Por eso, aquellos que son transformados, sanados se abren a la palabra del Señor hacen compañía a Jesús. Primero, los Doce dejaron de seguir a Él, y después, es citado las mujeres que fueron sanados d ellos males espirituales y enfermos. Aquí citamos María Magdalena (de ella salieran siete demonios); Juana, mujer de Cuza, un alto funcionario de Herodes; Susana y muchas otras mujeres para decir que: en la compañía de Jesús todos nosotros cabemos y todos debemos ir.

La Palabra renueva nuestra vida en todo lugar y circunstancia, cuando nos abrimos para ella

No importa quien seamos: pobre, rico, alguien que tenga mucho o poco pecado, alguien que ha sido muy atormentado por el demonio o alguien que haya llevado una vida un poco más santa. Todos nosotros necesitamos estar en la compañía de Jesús y dejar que la presencia de Él haga toda la diferencia en nuestra vida.

El hecho es que estas mujeres citadas aquí, tuvieran sus vida transformadas. Magdalena, de la cual había salido siete demonios, se convirtió mujer del Espíritu; era llena de los demonios, pero se convirtió llena del Espíritu Santo, fue la primera y la más importante testimonio de la resurrección de Jesús.

Juana, mujer de la Cuza, funcionario importante de Herodes, no se deja llevar por el sentimiento de la grandiosidad y del poder, se convirtió una mujer humilde y servidora del Evangelio.

Susana y muchas otras mujeres que servían, incluso a Jesús, con sus bienes y con todo que tenían. Pero lo que ellas más tenían no eran sus bienes, era la vida y la donación.

Yo escucho este Evangelio y miro para muchas mujeres transformadas, renovadas y sanadas que sirven a Jesús de todo corazón. Y, mismo las que no son, si quisieren, Jesús hace toda la diferencia en la vida del hombre y de la mujer que se deja renovar por Él.

¡Dios te Bendiga!

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