30 Mar 2019

La soberbia es una veneno para nuestra alma

La soberbia es una veneno que va poniéndonos delante de actitudes cada vez más orgullosas en la vida

“En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”. (Lucas 18, 13).

Jesús nos pone, hoy, delante de dos formas de oración o delante de sos posturas de vida. Un fariseo presenta a Dios a oración del orgullo espiritual, la oración de la soberbia.

La oración es aquello que nosotros, muchas veces, hacemos cuando dejamos que el orgullo guiar nuestra vida, justificando, creyéndonos mejores que los demás, poniéndonos mejores incluso en las oraciones que hacemos. Hacemos propagandas de nuestras oraciones, de nuestras virtudes y así por delante, y falta aquella postura de la humildad del publicano que ni miraba para Dios.

El soberbio se cree dueño de Dios y de las cosas de Él, el soberbio cree que tiene el don y puede hablar en nombre de Dios en toda y cualquier situación. Ya el publicano es aquel que reconoce el tamaño de su pecado y va atrás de Dios, en primer lugar, para implorar Su misericordia y Su perdón.

Cada vez más, me he convencido de como pecador soy. ¡Sin tener merito de la gracia de Dios, porque ella es muy grande en mí vida! A Él mi alabanza, mi honor, la gloria y la acción de gracias.

A cada día, tengo dos cosas para hacer en mí oración: alabanza a Dios, porque Él es grande, es poderoso, y solo Él es digno de alabanza, gloria y adoración; adoralo en Espíritu y verdad, pero necesito poner, y tengo puesto cada vez mis rodillas en el suelo, porque cuanto más me acerco de Dios, me reconozco pecador, miserable, que tengo mis fallas y no son pocas. Por todas ellas, busco la infinita misericordia de Dios, porque yo sé que dentro de mí también tiene soberbia.

La soberbia es un veneno que va entrando, nos va penetrando, va poniendo delante de actitudes cada vez más orgullosas en la vida. Queremos ser más que el otros, queremos saber más que el otro, queremos ser dueños de Dios y de los demás.

Esta actitud nos va cegando, nos va poniendo en una postura falsa delante de la vida. Por eso, pido a Dios que me enseñe, cada vez más, reconocer mis miserias; y que me haga una persona humilde y me de una alma que se humilla delante de Su presencia a cada día de mi vida. Sin ilusiones, sin fantasías ni engaños, pero que yo no viva una religión engañosa ni para los demás tampoco para mí. Si tomar consciencia de mis miserias, eso ya hace de mí un ser humano mejor a cada día, me hace más humilde y me hace tener más compasión de aquello que el otro es.

Yo rezo a cada día de mi vida: “Señor, dame la gracia de amarlo cada vez más, y así poder conocerme cada vez más, porque cuanto más yo amo a Él, conozco y penetro mi realidad interior. Que yo jamás sea capa de juzgar y condenar nadie, porque ya basta mis pecados y miserias”

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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