15 Jun 2019

Seamos personas autenticas

“Tampoco jures por tu propia cabeza, pues no puedes hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos” (Mt 5,36).

Hoy, la Palabra de Dios es para nosotros una tomada de consciencia del poder de nuestra palabra. Una cosa triste de la sociedad en que vivimos es que, muchas veces, no podemos dar créditos a la palabra del otro, porque una hora la persona nos habla una cosa, después, ella habla otra cosa. No sabemos, en el fondo, lo que las personas quieren, dicen o que palabras ella tiene.

La verdad, aquí, es un problema de carácter y personalidad. No podemos ser una cosa delante y ser otra por detrás. No podemos decir una cosa para agradar aquí, y después decir otra cosa para agradarla. Eso demuestra que necesitamos de conversión.

No trate eso como cosa pequeña, porque es fundamental para demostrar lo que somos y nuestra personalidad. Ninguno de nosotros quiere ser mal carácter, pero, la medida que nos firmamos una personalidad verdadera y autentica, vamos esmoreciendo el carácter que tenemos, y aquí se trata de nuestro carácter cristiano, que viene de nuestra fe, que hizo y hace de nosotros personas autenticas.

Una persona autentica es aquel que no se dejó purificar por el mal, que no corroborar con mentiras, con palabras inciertas, falsas. Una persona que tiene el carácter verdaderamente cristiano, edificado en Cristo Jesús, fortalecido por el Espíritu en tu vida, no es una persona de dupla personalidad, de dos o tres palabras.

Una persona autentica es aquella que no se deja purificar por el mal, que no corrobora con mentiras

Por más sufrido que sea, necesitamos ser purificado en la autenticidad. Necesitamos ser auténticos, que nada de falso esté en nosotros. La falsedad más común es aquella que sabemos, donde la persona quiere agradar, ella llega, alaba, abraza, pero cuando ella sale de nuestra presencia, ella habla todo el contrario de lo que nos dice. Delante de nosotros ella dice: “Yo te amo. Yo soy tu amigo”, pero era mejor que ella ni hablase nada.

No seamos aduladores, porque eso es sinónimo de falsedad. No seamos personas que necesitan de reconocimiento a partir de las acciones y aduladores, porque nuestro carácter cristiano se convertirá débil y no vamos ser personas autenticas jamás.

Mira el principio de San Francisco de Asís a sus hermanos: “Que el hermanos jamás hable en la ausencia lo que no iba decir en la presencia. Quien así hacer, pecara gravemente contra la caridad”. Es decir, si queremos hablar algo de alguien en la ausencia, que hable primeramente en su presencia, porque eso demuestra quien somos.

Si, en la ausencia de la persona, decimos todo aquello que nuestra boca envenenada dice, pero yo no tengo palabras y la misma coraje para decir delante, eso demuestra el tamaño de nuestra falsedad.

El mundo habla tantas cosas falsas, entonces, no permitamos que nuestro comportamiento sea así, pero que, movidos y moldados por el Evangelio, que nuestro ‘sí’ sea ‘sí’, y nuestro ‘no’ sea ‘no’. Lo que pasar de eso es perversidad y acción del maligno.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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