“Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió “Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan” (Jn 20, 22-23).
Celebramos el segundo domingo de la Pascua, y, en este domingo, celebramos la Misericordia de Dios por excelencia. Jesús, el Resucitado, nos da la paz, y el gran don y fruto de la paz en nuestro corazón es solo perdón de nuestros pecados.
Necesitamos entender la dimensión profunda de lo que significa ser perdonado, porque se pudiera entender mejor lo que significa perdón, buscaríamos vivirla, así perdonaríamos unos a los otros.
No entendemos lo que el pecado causa en nosotros, es decir, un profundo estrago, pues él rompe, dentro de nosotros, lo que es nuestra dimensión humana más linda, profunda y bella: él nos va convirtiendo cada vez más lejos de aquella imagen original en la cual Dios nos creo.
El pecado dilacero nuestra imagen humana, y la única forma de recuperar lo que él estropeo por medio del perdón. Este nos trae, nuevamente, la gracia de restaurar lo que esta roto, perdido y dilacerado. El perdón conecta lo que el pecado desconecto, por eso necesitamos mucho de él.
El gran don y fruto de la paz en nuestro corazón es el perdón de nuestros pecados
Dios ha venido a la Tierra hasta nosotros para concedernos Su perdón. Estamos acostumbrados a decir: “Yo he equivocado. ¡Perdóname!”. El perdón rescata, restaura y levanta. Solo un Dios profundamente misericordioso, un Dios cuyo el nombre es misericordia, es capaz de perdonarnos; y Él no solo nos perdona como también nos rescata nuevamente de aquello que el pecado hizo en nosotros.
Muchas veces, buscamos el perdón de forma superficial, y somos también superficiales en perdonar unos a los otros, porque no sumergimos en la dimensión profunda del perdón.
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Cuando conocemos nuestras miserias, cuando, de hecho, sumergimos en lo que es nuestra verdadera debilidad humana, vamos entender lo que es la misericordia, vamos lavarnos en la misericordia de Dios.
Es por eso que Jesús esta, hoy, soplando Su Espíritu Santo sobre nosotros, porque solo Él puede traer el perdón para nuestros pecados. Quien tiene el Espíritu lleva el perdón a los corazones, quien no tiene guarda para si mismo. Entonces, si somos llenos del Paráclito, y Él está en nosotros. Que seamos tomados por la misericordia de Dios, por Su perdón, y entonces llevemos al mundo misericordia y el perdón que viene del corazón del Padre.
¡Dios te bendiga!
