20 Nov 2020

Que nuestra casa sea un lugar de oración

“Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones” (Lc 19, 45-46).

El cuidado de Jesús por la Casa del Padre, el cuidado de Jesús por el Templo, por el lugar sagrado, debe ser también el cuidado de nuestra alma y de nuestro corazón por aquello que es sagrado. Son muchas cosas sagradas, a comenzar a nuestra propia vida.

Somos la primera morada de Dios, la unción bautismal nos pone en la condición de sernos propiedades sagradas de Él. ¡Es Dios que vive en nosotros, Él vive en nosotros, y como necesitamos tomar consciencia de esta verdad y de esta realidad!

Desgraciadamente, muchas veces, no cuidamos de nuestro propio interior, y la desorden que hay en el mundo traemos para dentro de nosotros. Muchas cosas desgobernada, perdida, y dentro de nosotros las cosas están en ebullición, pero es necesario cuidar bien del corazón, porque es aquí que Jesús vive.

Así como Jesús entro en el Templo y de allá expulso los vendedores, dejemos que Él también entre dentro de nosotros para expulsar todo aquello que esta causando confusión, división, todo aquello que esta poniendo nuestro corazón a venta.

Una casa que no es una casa de oración vive muchas desordenes

No podemos comercializar, no podemos, de forma alguna, debemos, entregar aquello que es más sagrado para Dios, que es nuestra propia vida. Todo aquello que causa confusión dentro de nosotros necesita del señorío y de la autoridad de Jesús para poner ordenes en la casa y en el corazón.

La misma cosa necesita ocurrir en nuestra casa. Por favor, no la dejemos la casa una desordene, una casa desordenada, donde entra todo, puede todo, ocurre todo, donde se hace todo.

Nuestra casa es un lugar sagrado, es el lugar de la morada de Dios. No podemos ver a todo que se pasa en los vehículos de comunicación, en la televisión; no podemos escuchar todo que hay en las radios, no podemos dejar que la internet pueda traer todo aquello que tiene de basura, de cosas estropeadas del mundo para dentro de nuestra casa. Es necesario actuar con autoridad, invocar la autoridad de Jesús para que nuestra casa no quede una casa desordenada.

Necesitamos reconocer y hablar la verdad; y, muchas veces, nuestra casa esta se perdiendo. Si no conseguimos arreglar ni nuestra habitación, la desorden que allí esta, no vamos conseguir organizar las cosas que están dentro de nosotros.

Si no organizamos lo que entra en nuestra casa, si no organizamos lo que no debe permanecer en nuestra casa, ella va ser una casa desordenada. Con la misma autoridad que Jesús ejerció sobre Su casa, que era Casa del Padre, el Templo, el lugar de la enseñanza de la Palabra, necesitamos también hacer con nuestra casa. Ella necesita ser una casa de oración.

Necesitamos asumir cada vez más: “Mi casa es una casa oración”. Una casa que no es una casa de oración vive muchas desordenes, y no es eso que Dios quiere para ninguno de nosotros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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