“El Angel dijo a las mujeres: «Ustedes no tienen por qué temer. Yo sé que buscan a Jesús, que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como lo había anunciado. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto” (Mt 28, 5-6)

Estamos ansiosos para celebrar la Pascua del Señor. En este sábado de Vigilia, sábado de expectativa, que resuena del corazón de todos nosotros – no importa donde esté; en casa, en la capilla, recogidos – el grito de la resurrección, porque él tiene de resonar en nuestro corazón.

Los discípulos estaban en el quietos, pero de aquella oscuridad surgió la luz que iluminó toda la humanidad: la luz de Cristo Resucitado.

Esta luz necesita entrar en nuestra alma y en nuestro corazón, no podemos permanecer en las tinieblas ni en la oscuridad. No podemos entregar nuestro corazón para el miedo, para el temor y para las oscuridades de los tiempos en que vivimos. No son tiempos fáciles para nadie, pero tenemos la luz de la fe. Esta luz de la fe necesita brillas en nuestra alma, en nuestros pensamientos, en nuestros sentimientos, en nuestra forma de hablar, en todo lo que vivimos en la vida.

Supliquemos por la luz del Resucitado, que ella ilumine nuestra alma y nuestro corazón

Hay muchas cosas que quitan la vida que Dios nos trajo; hay muchas cosas que quieren guiarnos a la muerte del alma, de la esperanza, de la fe, de la confianza que tenemos en Dios y la propia muerte de la humanidad.

La humanidad que esta en nosotros va muriendo poco a poco delante de muchas cosas negativas que vemos y escuchamos y están en nuestra vista. Permitamos que la luz del Resucitado entre en nuestra alma y en nuestro corazón.

Recogidos, estando todo donde quiere que este, en la presencia del Señor, supliquemos por luz del Resucitado, que ella ilumine nuestra alma, nuestro corazón; que ella haga brillar el Cristo vivo en todo lo que vivimos.

Que nuestra casa, nuestra familia sean el lugar de la contemplación de Cristo vivo y resucitado que esta en nuestro medio.

¡Dios te bendiga!