02 Aug 2019

Cuando tenemos fe, grande milagros ocurren

“Y como no creían en él, no hizo allí muchos milagros” (Mt 13, 58).

Jesús fue en su tierra natal y, de forma particular, fue la sinagoga, aquella misma sinagoga donde Él creció, donde Él aprendió, donde todos conocen. En un primero momento, Él hizo admiración del reconocimiento, del acogimiento y de saber, de hecho, abrir el corazón para aquello que tenía y hablaba.

Cuando la sabiduría de Jesús se manifestó y provoco reacción negativa, porque incomoda las situaciones más cómodas del corazón humano, comenzaron a rechazarlo.

Cuando Jesús dijo que un profeta no es acepto en su patria, es porque aquella patria, aquella familia, aquellos parientes no acogen la corrección, la dirección y la luz que los de casa pueden traer.

Cuando miramos para nuestro ámbito familiar, nuestra familia es nuestra primera corrección, es el primer lugar donde la profecía ocurre, porque los nuestros conocen de cerca y quedamos muy incomodados cuando ellos nos corrigen.

La mujer, muchas veces, no acepta ser corregida por el marido; el marido escucha todo mundo en la calle, pero no acepta ser corregido por su propia esposa. Los hijos van quedando impacientes, y aún van creando rechazos por la corrección de sus padres.

Cuando rompemos nuestro orgullo, grandes milagros ocurren en nuestra vida y en nuestro corazón

La sabiduría que nos instruye y nos eleva es la sabiduría también que nos corrige. Escuchamos todo los predicadores que conocemos de lejos, pero aquellos que hacen parte de nuestra convivencia: el clérigo de nuestra parroquia, el hermano que convive con nosotros, ya creamos una resistencia. Admiramos lo que esta lejos y nos escandalizamos con lo que esta cerca, porque el cerca llega en nuestra intimidad y, muchas veces, no queremos ser tocados ni corregidos.

Jesús es alguien de ellos, alguien que creció con ellos que esta trayendo el Reino de Dios y la Palabra de Dios para ellos. Necesitamos ser Palabra de Dios para los nuestros y necesitamos que los nuestros también sea presencia de Dios para nuestra vida. Podemos tener admiración y reconocimiento, pero podemos mirar para los nuestros con escándalos y rechazo. Por eso, los milagros no ocurren en Nazaret, por eso ellos también no ocurren en nuestra vida, porque nos falta la fe de este Dios que actúa en nuestro medio.

Cuando rompemos nuestro orgullo, grandes milagros ocurren en nuestra vida y en nuestro corazón.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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