02 Jun 2019

Nos postremos siempre en la presencia del Señor

“Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos se postraron ante él. Después volvieron llenos de gozo a Jerusalén, y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios” (Lc 24, 51-53).

¡Hoy, tenemos la alegría de celebrar la Ascensión de Jesús a los Cielos! Después Su Resurrección gloriosa, Jesús permaneció entre nosotros por 40 días; después, sobre la presencia de los ángeles, fue elevado a la presencia del Padre.

La Ascensión de Jesús a los Cielos es una provocación para nuestra vida de discípulos y seguidores de Jesús. Primero, el Señor, al ir al Cielo, nos bendice, después se aleja pero se haciendo presente cuando nos reunimos y celebramos en Su nombre. Cuando comulgamos la Eucarística es la presencia viva y real de Él en nuestro medio; cuando amamos unos a otros, Él esta en nuestro medio.

Existe un facto teológico, real y concreto: Jesús, hombre y glorificado, fue a los Cielos; y los ángeles están diciendo que, de la misma forma que vimos a Él, vamos ver también a Él volver. Jesús vuelve siempre cuando invocamos a Él y vivimos lo que citamos anteriormente, pero Él volverá también para establecer su Reino glorioso en nuestro medio.

La llegada definitiva de Jesús a nosotros es una realidad que nunca podemos ignorar. Él vendrá para hacer el Cielo y de la Tierra en un solo lugar, donde Él reinara eternamente para los suyos, para aquellos que llevan, de verdad, la vida en SU nombre.

Mientras Jesús subía a los Cielos, ellos adoraran a Él. Los discípulos de Jesús son aquellos que adoran el Señor, ponen en Su presencia y no adoran más nada ni nadie que no sea de Jesús.

Solo no vive la presencia real de Jesús quien no adora a Él ni bendice

Jesús es nuestra razón de vivir, es nuestro Señor y Salvador, a Él todo alabanza, todo honor, gloria y adoración de nuestro corazón. Por eso , nos postremos siempre en la presencia del Señor para adorarlo, exaltar y glorificado.

Cuando adoramos el Señor, una alegría toma cuenta de nuestro corazón, es la alegría que tomo cuenta del corazón de ellos, porque pudieran volver para Jerusalén sin miedo, sin temor ni recelos, porque adoraron a Él. Cuando nosotros adoramos a Él, permanece en nosotros, Él queda con nosotros. Después, la comunidad es siempre el templo para bendecir a Dios.

Estamos yendo a nuestros templos, nuestras iglesias y capillas, pero, muchas veces, no estamos bendiciendo, alabando, glorificando el S~enor nuestro Dios. Él es digno de ser adorado, glorificado y exaltado, porque esta en nuestro medio. Solo no vive la presencia real de Jesús quien no adora a Él, quien no bendice Su nombre ni glorifica Su majestad.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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