“Pero Herodes decía: A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?. Y trataba de verlo” (Lc 9, 9).

Herodes fue injusto, él incluso admiraba Juan Bautista, pero envuelve en sus pasiones ciegas, mando decapitar Juan Bautista. Que pena, porque él tuvo la oportunidad de conocer un profeta que, incluso, lo advertía sobre el mal y el pecado que él vivía, pero no lo acogió porque se cegó en sus pasiones.

¡Herodes quería ver Jesús, pero una pena él querer ver Jesús solo por curiosidad! Él quería ver Jesús no para conocerlo, pero por todo aquello que estaba escuchando hablar de Él. Que pena que Herodes no se convirtió a Jesús, porque él no busco Jesús para conocer la identidad de Él, y sí las apariencias sobre aquello que Él realizaba.

No voy quedar lamentando el pasado, necesitamos mirar para nuestro presente, nuestra vida, el mundo donde estamos, donde muchos solo conocen Jesús por curiosidad, por escuchar hablar, solo conocen Jesús para la realización de algunos anhelos o deseos personales.

Quien se abre para conocer Jesús tiene su corazón transformado, la mente iluminada y la vida renovada

Muchos conocerán Jesús solo de esta forma en la época de Él, comerán del pan que fue multiplicado, han visto milagros, pero no conocerán la esencia de Jesús.

Porque quien conoce, quien se abre para conocer Jesús tiene su corazón transformado, la mente iluminada y la vida renovada. No por curiosidad, no simplemente por necesidades materiales o para resarcir nuestros anhelos humanos. ¡Es más que eso!

Busquemos conocer Jesús porque Él tiene el poder de transformar nuestra vida. Y todo lo que nosotros necesitamos es de transformación, de renovación, todo lo que necesitamos es de una vida transfigurada por la presencia de Dios; y solo quien puede darnos esta vida es Jesús.

Necesitamos responder a cada día quien es Jesús para nosotros. Cuando conseguimos responder en la esencia y en la verdad lo que Él significa, es esta realidad que nos va transformar a cada día.

¡Dios te bendiga!