03 Jun 2018

Necesitamos ser llenos de amor y misericordia para con el prójimo

El amor debe romper todas las barreras secas que existen dentro de nosotros, para que amemos al otro, cuidemos de Él y podamos prestarle atención

“Pero algunos estaban observando para ver si lo sanaba Jesús en día sábado. Con esto tendrían motivo para acusarlo” (Mc 3,2).

Los judíos preguntaron Jesús si Él respetaba o no el día de sábado, si Él guardaba ese día. En la Ley Antigua, Ley Veterotestamentária, en el Antiguo Testamento, el sábado era un día sagrado. Sabemos que, por la luz de la Resurrección de Cristo, independientemente del día de la semana, la vida nueva es la resurrección de Jesús. Por eso, el domingo es para nosotros el día por excelencia, el día por excelencia, el día del Señor.

El problema es que hacer en el día del Señor, como guardarlo. El amor a Dios sobre todas las cosas nos obliga a guardar el día del Señor para el culto, para alabar y adoración a Dios, pero hay algo que no podemos olvidar ningún día, incluso, en el día del Señor: el amor y la misericordia para con el prójimo.

El Evangelio nos señala un hombre que tenía la mano seca, pero el problema no era la mano seca, el problema era los hombres que tenían el corazón seco. Cuando el corazón esta seco, no nutrimos amor, misericordia ni cuidado. Podemos tener cuidado por las cosas de Dios, por la Iglesia, cuidado en participar de las Misas, pero el cuidado que no llena con el aceite de la misericordia nuestro corazón es un cuidado inútil y no produce buenos frutos. El cuidado se confunde con el amor, es amar a Dios y también al prójimo.

Ese hombre estaba siendo dejado de lado, nadie le llamaba, por eso, en un día sagrado, un día de cuidado para los judíos, Jesús puso el hombre en el centro, porque él estaba a la margen, estaba siendo olvidado y renegado, no estaba siendo recordado y tampoco amado. El amor acaba provocando escándalos dentro del corazón humano, sin embargo, además de provocar escándalos, el amor debe romper todas las barreras secas que existen dentro de nosotros para que cuidemos, amemos y podamos dar atención al otro.

A veces, vamos en nuestro camino para la Misa, para la iglesia, y poco nos importa quien sufre, quien pasa por dificultades, quien esta muriendo por muchas situaciones de la vida. Parece que estamos llenándonos de Dios, pero nos secando de amor y misericordia. Para ser lleno de Dios es necesario ser lleno de amor y misericordia para con nuestro hermano.

¡Dios te Bendiga!

Pai das Misericórdias

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