21 Oct 2021

Permitamos que el fuego del Espíritu Santo inflame en nosotros

“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49).

El Sagrado Corazón de Jesús es un corazón en llamas encendidas, el fuego del corazón de Jesús vino para incendiar toda la Tierra. Esta Tierra que fue consumida por el pecado y por el desamor necesita urgentemente del fuego del amor del Señor, y es por eso que Jesús esta asegurando: “Estoy ansioso para que se cumpla ese bautismo”, (el bautismo en el fuego).

Es más interesante observar que el fuego es una imagen del Espíritu Santo, así como el agua es una imagen del Espíritu Santo. ¿Y vamos pensar que son dos elemento contradictorios porque el agua viene para apagar el fuego? ¡No! Pues aquí, en el sentido espiritual y teológico de aquello que el Señor nos presenta, tanto el agua del Espíritu en nosotros, el agua que nos lava, nos purifica y que nos renueva es la acción del Espíritu que nos transforma como una agua renovadora, como el agua que hace nueva todas las cosas. Pero la acción del Espíritu es fuego que inflama, que enciende, es fuego que realmente crea labaredas de amor incendiando nuestro corazón por encima de todo. Recibimos el fuego de la gracia, es eso que el bautismo nos concedió. No podemos dejar que esa llama esté apagada, sin fulgor y sin vigor.

Fuego del Espíritu Santo en toda la tierra para inflamar nuestros corazones y vivenciar el amor divino

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El anhelo del corazón de Jesús es lanzar fuego sobre toda la Tierra. ¡Y como Él desea que ese fuego este encendido en nosotros! Primero, es el fuego del amor. Tu sabes que el amor, en primer lugar, no une, el amor divide. Pero, ¿cómo que el amor divide? ¡Sí! El amor separa lo que es desamor de lo que es amor; el amor separa lo que que es odio, el amor separar lo que es rencor, resentimiento, tristeza, y es por eso que el fuego va quemando y dilacerado.

Mira, el fuego de la gracia nos inflama para amar más, al mismo tiempo, el fuego de la gracia enciende en nosotros los vicios, el fuego de la gracia enciende dentro de nosotros todo aquello que el resentimiento, el rencor, la tristeza, el odio, la envidia y las vanidades encendieran en nosotros. Solo el fuego de la gracia para apagar el fuego del pecado, la llama del pecado que se encendio en nuestro corazón.

Ese es un anhelo de Jesús y, a veces, tu preguntas cuando Él habla: “Mira, ¿ustedes piensan que yo vine para traer la paz?…” ¡No! Aquí él no ha venido traer el sosiego de la acomodación, del “esta todo bien”, del conformismo, del comodismo.¡De ninguna forma! Cuidado con la falsa paz que se llama “acomodación”, ella es terrible, ella nos mantiene en aquel estado de inercia, ella nos mantiene en aquel estado donde quedamos en una pasividad, “esta todo bien”, cuando no esta todo bien; cuando necesitamos actuar, tener iniciativa, cuando, en realidad, necesitamos romper dentro de nosotro aquello que esta nos haciendo mal.

Entonces, es por eso que el Señor realmente vino traer guerra, Él ha venido traer la división, porque Él ha venido para quemar y destruir aquello que de verdad destruye el amor de Dios en nuestro corazón.

Fuego del Espíritu en nuestros corazones, fuego del Espíritu en nuestros hogares y en nuestras casas. Fuego del Espíritu Santo en toda la Tierra para inflamar nuestros corazones y vivenciarnos el amor divino.

¡Dios te bendiga!

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