25 Feb 2022

Permita a Dios curar la dureza de tu corazón

“En eso llegaron unos (fariseos que querían ponerle a prueba,) y le preguntaron: “¿Puede un marido despedir a su esposa?” Les respondió: “¿Qué les ha ordenado Moisés?” Contestaron: “Moisés ha permitido firmar un acta de separación y después divorciarse.” Jesús les dijo: “Moisés, al escribir esta ley, tomó en cuenta lo tercos que eran ustedes” (Mc 10, 2-5).

No existe dialogo para poner a prueba – dijo el texto – el original dijo: “Para intentarlo”. Si el interés es personal y egoísta, no hay charlas, no hay dialogo, es una forma farisaica de acercarse de las personas ya con el juicio listo, con el interés. ¿Cuantas veces nosotros nos acercamos del otro ya con todo pre concebido en nuestra cabeza, indispuestos a acoger del corazón del otro aquello que él tiene a ofrecer? Los que se acercan de Jesús son los fariseos.

En la época de Jesús, existian varias tendencias de interpretar la unión matrimonial y sus posibles formas de divorcio. Jesús estaba dentro de ese contexto, pero todas ellas muy alejadas del proyecto original del Creador, no muy diferente de los tiempos actuales. Vemos mucha distorsión sobre la unión matrimonial que no es distinto del tiempo de Jesús.

El tema, aquí en el Evangelio de hoy, no es divorcio, pero el matrimonio, la relación fundamental que es simbolo de todas las demás relaciones: hombre y mujer, personas diferentes que establecen un pacto de alianza basado en el amor y en el respeto de uno por el otro. Entonces, el matrimonio se convierte un modelo de todas las relaciones.

Cuando Jesús habla de este “esklerocardia”, es esta dureza de corazón, el hombre que perdió la capacidad de sentir con el corazón

Si nosotros vamos observar los elementos matrimoniales, eso la Doctrina de la Iglesia nos enseña: la indisolubilidad, la fidelidad y la apertura a los hijos. Vemos una relación que dure en el tiempo, basada en la confianza y dispuesta a agregar, a abrirse al otro. Dejar eso seria instrumentalizar el otro, transformarlo en un objeto a mi placer, es poder descartarlo en el momento que yo quisiera, es poder sustituirlo cuando él me aburrir en alguna cosa o cuando surgir otra persona que sea más interesante, más nueva, más atrayente, más facil de quedar cerca. Todas estas realidades permean la realidad matrimonial.

Jesús va al punto crucial: la dureza del corazón. Moises permitió por causa de la dureza de corazón. Los fariseos mientras hablan de Ley, Jesús habla de corazón, la sed de las decisiones, el lugar de amor, el lugar del perdón, del sacrificio, de la entrega de vida, de la fidelidad, de afecto, del cuidado, de la alianza; es eso que Jesús pone en centro.

Hay un termo aquí: la dureza de corazón es “esclerokardia”. Es interesante esta palabra: “Skleros”, pues significa endurecer. Tenemos la palabra “esclerosis” que es el endurecimiento de algunos órganos; él puede afectar también los neuronios, causando la perdida de la capacidad de cognición. Entonces, cuando Jesús habla de estas “esklerocardia”, es esta dureza de corazón, el hombre que perdió la capacidad de sentir con el corazón, la sed de las decisiones. Y Jesús constata que el hombre perdió la capacidad de amar de forma plena, de forma duradero y libre.

Vamos pedir a nuestro Señor que rescate en nosotros, a partir de reflexión sobre la unión matrimonial, que Él nos ayude también a reflexionar y a iluminar todos nuestras relaciones.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

Pai das Misericórdias

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