14 Jul 2021

Por medio de la humildad, tocamos en la gracia de Dios

“Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado” (Mt 11, 25).

El corazón de Jesús exulta en la alabanza y en la gratitud al Padre, en el recogimiento de a grandeza de Dios, que revea a Su amor y a Su bondad a las almas pqueñas y humildes. ¡Que belleza, mis hermanos, es saber que la Palabra de Dios llega a nuestro corazón cuando nos abrimos por medio de la humildad!

Los orgullosos y soberbios no tocan en la gracia de Dios, no porque sean excluidos por Él – Él no excluye nadie – , pero porque, en realidad, todo orgullo y toda soberbia son obstáculos para que la gracia de Dios entre. Entonces, abramos nuestro corazón, primero, para conquistar la humildad de la verdad, y la verdad en la humildad, pues es solo con ella que tocamos en la verdad de Dios.

Si seguimos tan orgullosos como somos, la verdad va ser siempre nuestra, nosotros es que sabemos de las cosas, nosotros es que tenemos razón. Quedamos tristes con cualquier situación porque las cosas no están de nuestra forma.

La Palabra de Dios llega a nuestro corazón cuando nos abrimos por medio de la humildad

El humildad sabe ponerse por ultimo lugar, el humilde sabe apreciar las cosas pequeñas, el humilde no busca elevarse, engrandecerse, exaltarse, pero él sabe hacerse pequeño, retirarse; y donde él se hace pequeño allí Dios se hace presente, allí la gracia de Dios se revela.

Dios cuida de los corazones humildes. Fue así que María canto y exulto, que Dios derrumba los soberbios y exalta los corazones humildes. Y es por medio de los corazones humildes y pequeños que Jesús, hoy, esta alabando y bendiciendo al Padre.

Los tesoros del corazón de Dios están a nuestro disponer, pero es necesario que, e amor, el corazón se convierta, sea formado y sumergido en el amor misericordioso de Jesús, para que ese corazón se convierta humilde, para que sea quemado del medio de nosotros y de lo nuestros sentimientos todas las vanidades todo ese orgullo que se hace de nosotros personas prepotentes.

Nosotros no soportamos ser contrariados, porque el orgullo se hiere con facilidad. El orgulloso no perdona, el humilde esta siempre se reconciliando, renovando y buscando vivir la reconciliación con sus hermanos.

Dios quiere cuidar de nosotros, Él quiere permanecer en nuestro medio. Dios quiere cuidar de nuestro corazón. Necesitamos dejar que la lama de la humildad encienda la llama ardiente de la gracia de Dios en e corazón de cada uno de nosotros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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