04 Dec 2020

Pidamos al Señor que nos ayude a ver nuestra vida

“Al retirarse Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que gritaban: ¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!” (Mt 9,27).

Aquí, tenemos dos cosas maravillosas: Jesús siguiendo el camino del Reino de los Cielos y dos ciegos siguieron a Él. Mismo ciego, mismo no viendo como deberíamos ver, necesitamos seguir a Él, necesitamos ir atrás de Él. Estos ciegos no solo seguirán, pero clamaran y gritaran: “Señor, ten piedad de nosotros”. Primero, ellos manifestaran su fe, ellos creían que Jesús era el Señor, el Mesías y pusieron en Él su confianza.

“Señor, ten compasión de nuestra ceguera. Ten compasión porque no vemos. Ten compasión porque no vemos como debemos ver”. La pregunta del Señor es: “¿Tu crees que puedo hacer eso?”; ellos respondieran: “Sí, Señor, nosotros creemos”.

¿Tu crees que Jesús puede hacer tu ver lo que no estas viendo? ¿Tu crees que Jesús puede abrir tus ojos para aquello que ellos no consiguen ver como necesitan ver? ¿Tu realmente cree que Jesús puede abrir tus ojos para ver tu corazón, lo que necesita ser cambiado, transformado y guiado? ¿Tu crees que Jesús puede abrir tus ojos para que tu pares de reparar la vida de los demás y reparar tu propia vida? ¿Tu cree mismo que Jesús puede abrir tus ojos para que tu veas tu interior, las cosas bellas que hay en tu alma, pero las cosas profundas que necesitan ser cambiada, movidas y removidas?

El gran problema de la vida es no ver a sí mismo

¿Tu crees mismo que Jesús puede abrir tus ojos para que tu, de hecho, veas tus defectos, debilidades y viendo pueda trabajar cada una de ellas con la misericordia divina? Si tu realmente crees, Jesús quiere hacer que tu veas; si tu crees Jesús quiere que tu veas lo que no estas viendo.

Buena parte de nuestra vida pasamos ciegos, viendo lo que nos necesitamos ver, y no viendo lo que necesitamos, de hecho, ver. Pasamos buena parte de nuestra vida sin conocernos, sin sabernos quien somos, sin trabajarnos con profundidad, seriedad nuestro propio interior.

Ya hemos visto que es más fácil ver la vida de los demás, el problema de los demás, la dificultad del otro, el error de los demás. Vemos siempre de una forma muy superficial lo que es nuestro propio problema o nuestros propios pecados, errores y debilidades.

¡El gran problema de la vida es no saber ver a si mismo! Por eso, con toda la humildad que estos dos ciegos tuvieran clamando atrás de Jesús: “Piedad de nosotros, Señor”, podamos doblar las rodillas en el suelo y clamar: “Señor, ten piedad de nosotros. Ayudanos a ver lo que, de hecho, no conseguimos ver”.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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