16 Mar 2022

Pide al Señor que haga pura tu oración

“Mientras iban subiendo a Jerusalén, Jesús tomó aparte a los Doce y les dijo por el camino:«Ya estamos subiendo a Jerusalén; el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley, que lo condenarán a muerte. Entonces la madre de Santiago y Juan se acercó con sus hijos a Jesús y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le dijo: «¿Qué quieres?» Y ella respondió: «Aquí tienes a mis dos hijos. Asegúrame que, cuando estés en tu reino, se sentarán uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús dijo a los hermanos: «No saben lo que piden. ¿Pueden ustedes beber la copa que yo tengo que beber?» Ellos respondieron: «Podemos.»” (Mateus 20,17-18.20-22).

Muchas veces es así: no sabemos qué pedir. Y una de las realidades más purificadas en ese tiempo de Cuaresma es nuestra experiencia de oración, la forma como hablamos y como nos ponemos ante Dios.

Miren lo que ha pasado: Jesús estaba hablando con Sus discípulos sobre su destino, y no era un destino cualquiera. Él estaba hablando de derrota, de persecuciones, de sufrimiento y de su muerte. Él termina su habla diciendo de vivir Su amor en su profundidad. Porque quien ama hay que tener disposición de pasar por la experiencia de dolor por la otra persona. Jesús dió a sus discípulos la oportunidad de conocer su proyecto de amor. Entonces, viene la habla de la madre de los hijos de Zebedeo.

Aún necesitamos aprender mucho sobre la oración. La oración que nos pone en la voluntad de Dios; que permite que pasemos por realidades de pruebas y de sufrimientos. No es posible sólo coger de la realidad las cosas que nos gustan, sería bueno si sólo fuera tranquilidad el seguimiento de Jesús pero también tenemos que estar dispuestos a vivir las contrariedades de la adherencia al Cristo.

Pidamos al Señor que hagan puras nuestras oraciones y más largo nuestro interior

Jesús presenta su proyecto de esa manera y entonces surge el pedido más insensato. Porque la madre va a Jesús de forma irracional porque tiene una imagen deformada de la misión de Cristo. ¡Que peligro! Esa oración es una oración pretenciosa, porque Jesús está hablando del sufrimiento y ella quiere un lugar a la derecha y otro a la izquierda para sus hijos. Es una oración con intereses: allí estaban los doce discípulos y ella sólo estaba pensando en sus hijos. Una oración egoísta y de nepotismo porque sólo pensó en su familia.

Cuántas veces también nuestra oración no tiene esas características: pido sólo por lo que me interesa, rezo sólo por los que tengo en mi corazón, que a mi me gustan. Pero el llamamiento es de hacer más larga nuestra oración, es el crecimiento del diálogo con Dios que también coge las contrariedades de un discípulo de Jesús.

¡Pidamos al Señor que hagan puras nuestras oraciones, que haga más largo nuestro interior para que la voluntad de Dios sea acogida por nosotros!

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

 

Pai das Misericórdias

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