“Samuel le contestó: «¿Piensas acaso que a Yavé le gustan más los holocaustos y los sacrificios que la obediencia a su palabra? La obediencia vale más que el sacrificio, y la fidelidad, más que la grasa de los carneros” (1Sm 15, 22)

La primera lectura de la liturgia de hoy, del primer libro de Samuel, es muy importante, porque Saul cayo en desgracia, porque no fue fiel a Dios.

¿Por que Saul no es más un rey fiel a Dios? Porque él dejo de escuchar la voz del Señor para escuchar su propia voz, la voz del egoismo, de su soberbia, y no dejo guiarse por Dios. Y por mas que él intente disfrazar, ofreciendo holocausto, sacrificios, para Dios lo que importa no son los holocaustos, no son los sacrificios, pero si sernos obedientes a Él.

¿Lo que más nos vale son los sacrificios que ofrecemos al Señor o sernos obedientes a Su Palabra? No resta ninguna duda, mi hermano, que nosotros, muchas veces, perdemos nuestra comunión con Dios, porque vivimos en una religión de sacrificios, y no una religión de obediencia a Él.

La palabra “obediencia” viene del latín obaudire, que significa tener oídos que escuchan Dios, tener oídos que se dejan guiar por Él.

Lo que importa no son nuestros holocaustos y sacrificios; para Dios, lo que importa es sernos obedientes a Él

Un hijo obedece al padre simplemente escuchando el decir: ¡No! Él obedece cuando escucha y pone en practica, o porque su padre o su madre le pide, pero es necesario haber escuchado.

No, nosotros no podemos caer en desgracia por no escuchar la voz del Señor, por no obedecer al Señor que nos guía. Porque la rebelión al verdadero pecado, el espíritu rebelde, es aquel espíritu que ahuyenta Dios y quiere seguir sus impulsos de la carne, del egoísmo, los impulsos de propio deseo, los impulsos de la rabia, del miedo; y va convirtiendo personas rebeldes, de la forma que, así como Saul rechazó la Palabra del Señor, él mismo se hizo rechazado por Dios.

No, Dios no rechaza nadie, pero nosotros nos ponemos en la situación de rechazados cuando ponemos la Palabra de Él de lado y no le damos oídos, cuando o dejamos guiar nuestros pasos.

Que nosotros seamos, realmente, sanados de todo espíritu de rebeldía. Que Dios nos de el espíritu de la docilidad y de la obediencia a Su Palabra.

¡Dios te bendiga!