16 Jan 2020

Miramos la vida con otros ojos cuando somos sanados por Jesús

“Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó: «Si quieres, puedes limpiarme” (Mc 1,40)

El leproso deseaba, inmensamente, ser sanado por Jesús, y Él deseaba, inmensamente, sanar el leproso. Como Jesús desea que nosotros seamos sanados, como la gracia de Dios quiere actuar en nuestra vida para sanarnos, ese leproso quiso, deseo, buscar y se abrió para ser sanado por Jesús.

Porque él deseo ansiosamente y busco de todo su corazón, la gracia de Dios te sano. Abra también tu corazón, busque de toda la fuerza de tu alma la cura de Jesús.

¿Cómo Jesús nos sano? Primero, nos purificando. La gran gracia de sernos sanados es sernos purificados y lavados del mal, es quitarnos toda acción maligna que esta actuando en nuestro cuerpo, en nuestra alma, en nuestro espíritu, en nuestros pensamiento y sentimientos.

No esperes solo una sanación física, espectacular, no esperes solo de Jesús solo quitar un dolor de cabeza, porque el dolor de cabeza es un síntoma solo de males que están dentro de nosotros.

La gran gracia de sernos sanados es sernos purificados y lavados del mal

Necesitamos permitir que Jesús nos purifique de todo el mal, y este leproso fue purificado por Jesús. Una vez que él fue purificado, tu alma fue renovada, por eso el segundo paso de la sanación es la renovación del alma, de los sentimientos, de los pensamientos; renovación de nuestra forma de hablar, de actuar, de ver y encarar la vida.

Miramos la vida con otros ojos cuando somos sanados por Jesús, porque la persona puede creer que tiene una buena salud física, pero tus ojos están entorpecidos, él no ve con la mirada de la gracia, no fue renovada por la gracia de Dios que hace nueva todas las cosas.

Una vez que ese leproso fue purificada y renovado, él fue también santificado, porque la santificación es unción, es el sello de la gracia de Dios que permanece en nosotros. Cuando somos santificados, la gracia de Dios permanece en nosotros y andamos en la presencia del Señor.

No basta que el Señor nos libere del mal, no basta que Él nos renueve, necesitamos permanecer en Él; y solo permanecemos en Dios cuando somos santificados, todos los días, por Su presencia.

Así como el leproso deseo , queremos desear y pedir: “Señor, yo quiero ser sanado”. Jesús desea que seamos plenamente sanados por Su presencia.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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