30 Jul 2020

El Reino de Dios hace de nosotros peces de buena cualidad

“Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, y los arrojarán al horno ardiente. Allí será el llorar y el rechinar de dientes” (Mt 13, 49 -50)

Jesús esta, hoy, dándonos parábolas, más una vez vez, para explicarnos el Reino de los Cielos. Por supuesto que la primera de ellas: una red lanzada al mar coge peces de todos los tipos, es para decir que el Reino de los Cielos es, justamente, esta red que coge hombres de todas las especies y formas: pecador como yo, mal humorado como aquel, un otro que tiene una vida dañada, un otro que ya nació en la Iglesia, un otro que nunca quiso saber de Dios… Él no hace distinción de personas.

Dios no queda mirando y diciendo: “solo aquel pez que es bueno”. Él no es selectivo como nosotros; por el contrario, Dios es electivo, es Aquel que elige todos para hacer parte de Su Reino. Solo es necesario que el pez, mismo que pueda parece un poco estropeado por las circunstancias de la vida, se deja tratar por Dios.

Así como estamos permitiendo que Dios nos trate, que Él cuide de nosotros, que nos ame y haga ocurrir, es necesario que tengamos la misma compasión para con todos. Que no juzguemo, no condenemos, pero, por el contrario, permitamos que la acción de Dios ocurra en nosotros.

El Reino de Dios es el lugar que trata de cada uno de nosotros para que podamos ser peces de buena cualidad

En el final de los tiempos, los ángeles de Dios van separar lo que es malo de aquello que es bueno, lo que es justo de lo que no es justo. El tiempo de la gracia es es, es tiempo de convertirnos. Puede parecer por fuera, solo por las escamas, que somos un pez bueno, pero no estamos viendo las cosas estropeadas, injustas y malignas que están en nosotros. Por eso, el Reino de Dios es aquel que acoge a todos, pero es el lugar que trata de cada uno de nosotros, para que podamos ser peces de buenas cualidad.

Si el Reino de los Cielos es como un padre de familia que quita de su tesoro cosas nuevas y viejas, nosotros también tenemos que quitar las cosas nuevas para poner para fuera las virtudes, los valores y, al mismo tiempo, repeler lo que es viejo y no es de Dios, para que lo que de Él este ocurriendo en nosotros.

Quita lo que es viejo y estropeado, quita lo que no es la Palabra de Dios de nuestra vida, para que podamos dar buenos frutos de conversión.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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