“Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino” (Lc 19, 35-36).

Hoy, comenzamos la celebración de nuestra Semana Santa, la semana de la Pasión y Resurrección gloriosa de Nuestro Señor y salvador Jesucristo. El Domingo de Ramos o el Domingo de la Pasión de Jesús nos introduce en este misterio profundo de amor de Dios por todos nosotros.

Aquel que es el Rey esta entrando en su ciudad. Jerusalén, con todo sentido simbólico, es la ciudad del gran Rey, es en la visión judaica el lugar del triunfo del Mesías, y Jesús, el Mesías, entra para triunfar en su ciudad. Sin embargo, el triunfo de Él no es de acuerdo con las expectativas humanas que tiraron sobre él. No se trata de un triunfo de acuerdo con el calor humano, pero el Mesías triunfa en la humildad y en la sencillez. Él no entra en la ciudad montando en un caballo especial, pero entra montando en un burro.

Aquel que nació en medio a un presepio, donde los animales se alimentaban, ahora utiliza de un animal muy sencillo, un burro para entrar en su ciudad.

Jesús reina y triunfa en los corazones que ser revisten de la humildad

El Reino de Jesús no se manifiesta de forma esplendorosa, el Reino es de los sencillos, de los humildes, y Jesús reina y triunfa en los corazones que se tiene humildad, de la simplicidad, y son capaces de dejar el orgullo y la soberbia.

Permitamos que Jesús triunfe en nosotros, en nuestra vida y en nuestro corazón. Permitamos que, como sus verdaderos discípulos, podamos alabarlo, dar gracias y bendecirlo por todo lo que Él realiza en nuestro medio.

La Pasión de Jesús no es la derrota de Dios, pero Su triunfo, solo que el triunfo y la victoria de Él no se manifiestan en el esplendor del mundo, pero en la humildad de corazón de Nuestro dios y de todos los que se hacen humildes.

Jesús es el sirvo humilde y sufridor, solo los humildes consiguen acogerlo en su corazón.

¡Dios te bendiga!