22 Jan 2018

El maligno siembra la división entre nosotros

La función del maligno es sembrar la división; es destruir el Reino de Dios; es poner las personas unas contra las otras

“Y sin una familia está con divisiones internas, esa familia no podrá subsistir. De igual modo, si Satanás lucha contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, y pronto llegará su fin” (Mc 3, 25-26).

Cuando las personas se dividen, ellas se ponen una contra las otras, y así comienza una verdadera guerra, una batalla, una disputa, y lo que era para ser una gracia, una bendición, lo que era motivo de unión y comunión, se convierte en destrozo.

Dios no quiere nuestra familia destruida, no quiere nuestra casa destruida, por el contrario, Él quiere nuestra familia unida y salva. No permitamos que nuestras familias se dividan. Podemos tener divergencias; puntos de vista diferentes; podemos no estar de acuerdo en muchas cosas; tener desavenencia, conflictos, cosas divergentes que ocurren en el seno de una familia; pero, ceder al espíritu divisor, poner las personas unas contra las otras, es señal de que el camino de destrucción esta cada vez más cerca.

No necesitamos ser iguales y ni estar de acuerdo con todos. Cuando pertenecemos a una comunidad, una iglesia y las personas comienzan una guerra de “gladiadores” – viven atacándose; hablan mal de los propios hermanos de comunidad; dicen cosas horribles de la propia iglesia; vemos de un lado fieles hablando de los padres; del otro lado: padres contra otros padres. Sea cual sea la forma de división ella es diabólica; y se ponemos unos contra los otros, comenzamos a destruirnos, el mal comienza a entrar en nosotros.

El Reino de Dios no se hace en la uniformidad, por el contrario, él se hace en la unidad; el Reino de Dios no se hace solo por personas iguales, él se hace con que todas las personas estén unidas en Cristo. Miramos para nuestro cuerpo y ni todo es igual: manos, pies, brazos, pero todos se conecta, pero todo se une a comunión, que forma un único cuerpo. Pensemos: si hay algún momento en que: la mano se pone contra la pierna, eso acabaría con la unidad del cuerpo. No podemos ceder al divisor, al maligno, que quiere dividir nuestras familias, donde Cristo es la cabeza.

La función del maligno es sembrar la división, es destruir el Reino de Dios, es poner las personas una contra las otras.

Cuando cedemos, vemos las ruinas donde se encuentran nuestras casas, nuestras familias, la iglesia la cual pertenecemos, porque el maligno nos quiere divididos, además, no seguimos a él. Seguimos nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que nos quiere unidos a Él.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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