09 Jun 2019

El fuego del Espíritu encendía nuestro corazón

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban” (At 2, 1-2).

La Iglesia del Señor, en toda la Tierra, celebra el día de su nacimiento. El día de Pentecóstes es el día en que la Iglesia nace en el corazón de Dios. El alma de la Iglesia es el Espíritu, por eso ese Espíritu baja sobre la Iglesia reunida. Los discípulos somos todos nosotros que recibimos la gracia del Espíritu Santo.

El Pentecóstes en la vida de cada uno de nosotros exige algunas particularidades para ser vivida, vivida y celebrada.

Estaban todos reunidos en el mismo lugar. ¡Y como necesitamos de la unidad física! Como es importante, como Iglesia, estar reunidos, porque dispersarnos mucho por la varias circunstancias.

Cuando las señales de las iglesias tocan, cuando ponemos, nuestro corazón, el horario de Dios, es porque necesitamos ir al encuentro, necesitamos encontrarnos todos en el mismo lugar, necesitamos salir de nuestras casas, de nuestros hogares, necesitamos salir de nuestros quehaceres, preocupaciones y ocupaciones para estar juntos. La importancia de estar juntos para que la gracia de Pentecóstes ocurre en nuestra vida.

Podemos invocar Jesús en nuestra casa, en nuestro lar, pero el Espíritu, hoy, no es derramado de forma individual, él es derramado sobre toda la Iglesia, porque ella representa la unida del cuerpo de Cristo.

Reunidos en el mismo lugar, el corazón de ellos se abrió para aquel ruido como si fuera un fuerte viento. El Espíritu es soplo y va donde quiere. A renovando y haciendo nueva todas las cosas. Él sopla como un soplo que todo crea, pero todo recría.

El día de Pentecóstes es el día en que la Iglesia nace en el corazón de Dios

Estamos, muchas veces, confusos, dispersos, llenos de pensamientos negativos y asombroso. Muchas veces, despertamos deprimidos y con mucha cosa dentro de nosotros, pero basta un soplo del Espíritu para hacer nueva todas las cosas.

Cuando nos reunimos en nombre de Jesús para abrirnos a la gracia del Espíritu, no es solo para manifestar de dones espirituales y carismáticos. Ellos son la evidencia de que el Espíritu actuá en su Iglesia y que todos estos dones derramados – hablar nuevas lenguas, rezar en lenguas, el don de la profecía, de ciencia y todos aquellos que nosotros conocemos según la Palabra de Dios – son la manifestación de una gracia mayor, del Espíritu que renueva, sopla, lava y quema.

“Entonces, parecieron lenguas como de fuego que se repartieron y posaron sobre cada uno de ellos”. Es el fuego abrasador que quema el mal, pero el fuego que encendía el corazón para decir la Palabra de Dios, para proclamarnos Jesús vivo y resucitado.

Todos quedaron llenos de Espíritu santo, y quedar lleno del Espíritu es hacerse morada para que llevemos su acción para nuestra vida.

Celebramos, vivamos y hacemos de nuestra vida un verdadero Pentecóstes.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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