Permitámonos ser amados y cuidados por ese amor divino, permitamos que él nos sane de todo mal
“Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados” (Jn 5, 20).
La verdad es que el Padre ama su Hijo, y el Hijo ama unicamente, de forma singular, su Padre. Aquí esta un relato de amor maravilloso y divino: el amor de Dios es un Padre que ama Su Hijo y el Hijo que ama Su padre; esta fuerza maravillosa de amor del Padre y del Hijo es que crea todas las cosas.
Por eso Jesús esta diciendo: “Mi Padre trabaja siempre, por lo tanto, también yo trabajo”. Si el Padre trabajo para crear todas las cosas, allí estaba el Hijo creando; ahora, el Padre estaba salvando lo que se perdiera de su propia creación, y el Hijo vino para ser el protagonista del Padre, esta en nuestro medio salvando lo que él mismo hizo junto con el Padre en el poder del Espíritu,
Ejemplo de amor y comunión en todo lo que realiza. El Padre no hace nada sin el Hijo, y el Hijo no hace nada sin el Padre. La comunión de amor entre ellos hace con que la naturaleza sea única.
Venimos del amor de Dios, la naturaleza nació del amor de Dios, el mundo creado que contemplamos y admiramos es fruto del amor divino. Cuando el amor de Él esta en nosotros, somos recreados, rehechos y reestructurados.
Cuando el amor de Dios se pierde o no es acogido, no es acepto, la creación llora y padece. Estamos padeciendo, llorando, es un parto doloroso, porque nos apartamos del amor de Dios que crea y hace nueva todas las cosas.
El Hijo vino traernos ese amor, vino presentarnos un único remedio y camino que nos salva: el amor de Dios en nosotros, que hace nueva todas las cosas.
Permitámonos ser amados y cuidado por ese amor divino, permitámonos que el amor de Dios, al actuar en nosotros, nos sane de todo mal.
¡Dios te bendiga!
