16 Apr 2022

En este Sábado Santo, prepara tu corazón para recibir el Resucitado

“El primer día de la semana, muy temprano, fueron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Pero se encontraron con una novedad: la piedra que cerraba el sepulcro había sido removida, y al entrar no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar, pero en ese momento vieron a su lado a dos hombres con ropas fulgurantes. Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?” (Lc 24, 1-5).

Mis hermanos y hermanas, nosotros estamos, con toda la Iglesia, hoy, en el Sábado Santo. ¡Es el día de la espera! Yo hice cuestión de parar aquí la narración de este Evangelio, justamente para dejar ese “grito de la Aleluia” ser cultivado en nuestro corazón a lo largo de ese día de la expectativa de la vida que vence la muerte; de la resurrección del Señor.

Y la resurrección para nosotros es el motivo por el cual nunca debemos desesperarnos, delante de ninguna situación, incluso mismo delante de la propia muerte. La resurrección es el motivo que nos hace creer que: para más allá de nuestras tribulaciones; para más allá de las realidades más crueles que nosotros podemos enfrentar, está Jesucristo Resucitado; vencedor de la muerte; vencedor de todo. Nuestra vida necesita ser un Sábado Santo; nuestra vida necesita, justamente, convertirse en ese Sábado Santo – que está como aplastado entre los dolores del Viernes Santo de la Pasión de Jesús, de la Cruz – de nuestros sufrimientos -, pero también de la victoria del Señor sobre la muerte; la Resurrección de Jesús.

Transforma tu vida, en el Sábado Santo, en un día perenne de expectativa; lleno de esperanza y lleno de fe

Nuestra vida necesita caminar siempre en esta tensión: entre las dificultades que nosotros enfrentamos; los fardos que nosotros llevamos; las luchas y las batallas que nosotros trabamos, pero, del otro lado, nuestra esperanza; nuestra alegría de tener a nuestro lado nuestro Redentor, que esta vivo y resucitado. Entonces, transforme tu vida, en el Sábado Santo, en un día perenne de expectativa; lleno de esperanza, lleno de fe; aún con los dolores que tu experimentas en tu vida; con las realidades duras que tu enfrentas; pero con una mirada de esperanza, con la mirada en el Cristo que nos espera.

Y nosotros leemos una parte del Evangelio en que aparece la ausencia del cuerpo de Jesús. María Magdalena con aquellas mujeres, que van al túmulo de Jesús, constatan la ausencia del cuerpo de Jesús, además, esta ausencia del cuerpo es solo una señal de que el final es diferente de como nosotros pensamos. Pues ellas pensaban que iban encontrar el cuerpo muerto de Jesús, pero acaban encontrando el Resucitado; y nosotros vamos reflexionar eso, a lo largo de esta semana, y en la Octava de la Pascua vamos poder tocar profundamente en la realidad de ese misterio.

El momento que nosotros vivenciamos, en este Sábado Santo, es aquella caída del Hijo de Dios a la mansión de los muertos; es el anuncio de la salvación y de la redención aquellos que ya descansaba en la muerte. Existe una homilía de los primeros siglos, de un actor desconocidos, que, justamente, reflexiona y nos hace reflexionar sobre la caída de Jesús a la mansión de los muertos: cuando está allí, en la mansión de los muertos, Él encuentra el primero Adán y exclama para él (Adán): “Despierta, tu que duermes, levantate del sueño de la muerte, porque Cristo te iluminara”. Es un lindo cuento, una linda reflexión, para que nosotros también veamos, en nuestra existencia, ese despertar que la vida de Cristo nos causa, no solo después de nuestra muerte, pero el despertar de Cristo hoy y ahora de nuestra existencia. Seguramente, hoy, la voz de Cristo quiere resonar en mi corazón y en tu corazón, diciendo a nosotros: “¡Despierta, tu que duermes, levantate, porque Cristo te iluminara!”.

Y, en tu situación en la cual te encuentras, en las tinieblas donde te encuentras, el Señor quiere te iluminar; el Señor quiere traer vida nueva; ¡el Señor quiere traer resurrección! ¡Preparemos nuestro corazón, calentemos nuestro corazón para la vivencia de ese misterio, para la celebración de ese gran misterio de la Resurrección de Jesús!

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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